12 octubre 2010

Confesión.

Termino de cepillarme el pelo y me miro al espejo. No veo nada diferente a las otras veces, siempre es la misma persona, llena de defectos, de inseguridad y además patosa. No soy nada especial, no llamo la atención entre las demás chicas, no soy mejor que ellas y tampoco tengo la intención de serlo.
Tampoco es que quiera darme pena, ya me he dado suficiente últimamente, y no quiero que continúe así. Se supone que me tendría que dar ánimos, decirme “tu vales mucho, cómete el mundo”, como hace tanta gente, pero hay un problema: soy completamente incapaz de creerme mis propias mentiras.
Así que intento desconectar, ignorar el torbellino de emociones que hay en mi cabeza, la horrible sensación de mariposas en el estómago y las rápidas palpitaciones que siento en el pecho.
Por que hoy se lo voy a decir.
Si, después de mucho pensarlo he decidido que o se lo decía y veía que pasaba o me volvía loca.
Además, está toda esa gente que me ha animado, que me ha dicho que tengo posibilidades y que me ha hecho ilusiones.
Ahora solo espero que tengan razón.

Tres horas después camino en su dirección. Veo su figura de lejos y suspiro. Él siempre me hace suspirar. Lo sé, suena cursi, pero así es y así soy yo, cursi.
El viento revuelve su pelo oscuro y la luz brilla a su alrededor. Es perfecto.
“Si, perfecto, demasiado para ti”
Y ahí está otra vez, esa voz que pensaba que había hecho callar pero que sigue retumbando débilmente en mi cabeza para evitar que cometa esta estupidez.
Pero tengo que decírselo. Tengo que decirle que ocupa mis pensamientos todo el día, que todo a mí alrededor me recuerda a él, que es lo único que me importa, que daría cualquier cosa por poder abrazarle solo una vez para poder sentir el aroma de su piel, y que me duele amarle tanto sin saber si hay una posibilidad de que él me corresponda.
“Te vas a arrepentir…”
Sacudo la cabeza y continúo caminando. Ahora está solo, es el mejor momento.
“No lo hagas…”
Acelero. No quiero dar la vuelta. No quiero continuar así, sin saber si él…
“Sabes lo que va a pasar si lo haces. No es la primera vez…”
No, pero esta es diferente. Ellos me han apoyado, me han dicho que puedo conseguirlo.
“Ellos no son los que van a sentir como el corazón se les quiebra en el pecho”
Basta, no quiero escuchar más. Continúo el ritmo apretando los puños, acortando la distancia, hasta que por fin te tengo enfrente.
Me miras. Te preguntas que pasa, y que hago yo aquí. Abro la boca para explicártelo, pero no puedo decir nada.
Tu pelo, el brillo de tus ojos, tus movimientos… todo es tan familiar, y tú no sabes nada de mí.
Durante un segundo estoy a punto de dar la vuelta y correr, escapar, encerrarme en mi habitación y no salir en unos años. Pero ahora ya estoy aquí, y no hay marcha atrás.
Sonríes, y me parece como si supieses lo que te voy a decir y te burlases de mí. Aún así comienzo hablar, y no paro hasta que digo todo lo que tengo que decir, todo lo que siento, lo que te necesito y lo que significas para mí.
Hay unos instantes en los que el silencio se me hace insoportable. Me pregunto si el tiempo se ha parado cuando pones una mano sobre mi hombro y me haces despertar. Sonríes de nuevo, esta vez alzando una ceja.
¿Ha salido bien?
“más quisieras”
Me hablas con familiaridad, como si ya supieses desde hace tiempo lo que siento por ti, como si sintieses pena, como si lo que te he dicho no te importase.
-Lo siento, no eres mi tipo. Pero seguro que encuentras a alguien.
Apenas me da tiempo a asimilar las palabras antes de que te marches sin decir nada más.
Todo queda suspendido en el aire. Siento que me ahogo, y comprendo que estoy aguantando la respiración sin saber por que. No puedo escuchar nada, no puedo sentir nada, solo miro como te marchas.
“Te lo dije”
La voz suena segura dentro de mí. Se regocija por tener razón.
Entonces todo pasa de golpe. Las piernas me flaquean, el corazón se parte, la cabeza me estalla y algo me quema en los ojos.
Son las lágrimas que luchan por salir. Aquellas que he derramado otras veces.
“Te lo dije”
Quiero gritar, golpearme, decirme que soy una estúpida que creyó una vez más en lo que no existía y que se inventó señales.
Pero sobretodo quiero dejar de sentir como el corazón sigue latiendo y rompiéndose a la vez.
“Te lo dije”
Has desaparecido. Tu. La perfección. Y yo… alguien de aspecto normal. Alguien por debajo de lo que se considera normal.  ¿Y tenía esperanzas? ¿Cómo he podido siquiera planteármelo?
Ahora solo queda una cosa de ti.
Y es dolor.


Despierto sobresaltada, mirando en todas direcciones. El corazón me late desbocado, algo grita en mi cabeza y tengo las uñas clavadas en la almohada.
Me doy cuenta de que todo ha sido un sueño -una pesadilla- y suspiro aliviada.
Nada ha ocurrido, es de noche y la oscuridad me envuelve, incitándome a continuar soñando. Vuelvo a tumbarme, sonriendo y sintiendo como las lágrimas dejan surcos humedos en mi piel.
Ahora se que nunca debo decirte nada.
Ahora se que jamás me ilusionaré.
Ahora se que las oportunidades nunca se me presentarán.
Después de todo… yo solo soy yo.