07 diciembre 2010

Ignorante.

Lee las últimas palabras, terminando así la línea final del libro. Tras acabarlo lo cierra y lo deja junto a él, en el suelo.
La habitación está sumida en un silencio sepulcral que hubiese puesto los pelos de punta a cualquiera. A cualquiera menos a él, claro está.
Esboza una siniestra sonrisa y acaricia la moqueta sobre la que está sentado, meditando sobre el final de aquella novela de casi trescientas páginas que había empezado hacia un par de horas y que había consumido rápidamente.
Adoraba pensar rodeado de silencio y soledad en la intimidad de su habitación, relajarse en medio de la penumbra creada por las tupidas cortinas que caen frente a los ventanales, devorando la luz solar. En esos momentos puede adentrarse en su propia conciencia, revivir sus memorias, imaginar que hubiese pasado si las cosas hubiesen ocurrido de otra forma y olvidar la crueldad de la vida real, tejida de mentiras y egoísmo por las manos del cruel destino.
No cambiaria esos momentos de soledad por nada.
Bueno, tal vez estaría dispuesto a romper sus ensoñaciones para poder compartir su tiempo con...
-Maaaaaatt!!! -una voz familiarmente aguda recita su nombre desde el pasillo.
Segundos después la puerta se abre de repente, provocando un estruendo, para cerrarse un instante más tarde con otro golpe.
Matt levanta la vista y observa a la intrusa a través de los cabellos oscuros que caen desordenadamente por su frente. La chica camina hacia él con pasos que más bien parecen brincos mientras esboza una amplia y brillante sonrisa que ya le es familiar.
-Hola Matt!-saluda, poniendo un toque musical a la frase mientras se arrodilla en el suelo frente a él sin dejar de sonreír- tu madre me ha abierto la puerta.
Matt se fija en su cabello castaño ligeramente despeinado. Había vuelto a correr hasta su casa, y su madre le había vuelto a abrir la puerta. Claro, es lo que tiene que ella sea su mejor amiga, su madre siempre le abrirá la puerta.
Un momento... mejor amiga? Ese sería el término correcto para definir su relación? Podría considerarla una amiga siquiera?
Habían pasado los dos últimos años juntos. No sabía como había comenzado todo aquello, y ahora su primer encuentro le parecía algo estúpido. Antes los dos solían estar siempre solos, apartados de los demás, y de un día para otro estaban juntos como si lo hubiesen estado desde hacía siglos. Pero no hacían cosas de amigos. No salían a pasear, no iban al cine ni se hacían fotos juntos. Ni siquiera hablaban, pero en realidad tampoco lo necesitaban. Uno podía saber lo que el otro pensaba, lo que el otro sentía, sin necesidad de palabras. Una sola mirada bastaba para comprender todo lo que ocurría, como si tuviesen un extraño vínculo al que ninguno de los dos buscaba explicación.
Así que Matt sabe perfectamente lo que ocurre. Le basta con mirar las mejillas encendidas de su amiga, escuchar su respiración alterada y fijarse en sus brillantes ojos oscuros.
-Te has vuelto a encontrar con él, cierto?
Ella no dice nada al principio, simplemente se quita la mochila que lleva a su espalda y rebusca en ella hasta encontrar un par de bolsitas transparentes llenas de chucherías. Volvió a mirar sonrientemente a Matt.
-Si-responde al fin, tendiéndole una de las bolsas-Me lo he encontrado cuando he ido a compararte esto. Como lo sabes?
Él agarra el paquete y sonrió burlonamente.
-Tienes esa cara de tonta que se te pone siempre que le ves.
Ella frunce el ceño y se cruza de brazos.
-No tengo ninguna cara de tonta!
Matt pone los ojos en blanco y abre la bolsa desatando el nudo sin dejar de sonreír.
-Además tú que sabrás-ella abre su propia bolsa, pero rasgando el plástico-ni siquiera sabes lo que es el amor.
Matt borra la sonrisa de su rostro y se recuesta en el suelo, sobre la moqueta. Pasan unos instantes de silencio antes de que su voz rompa el silencio.
-El amor?-repite- El amor es un detestable sentimiento que consume a los humanos.
Ella le mira con curiosidad, incitándole a continuar, mientras devora algunas de las chucherías.
-El amor es capaz de destruir cualquier cosa, pero también puede crear cosas hermosas donde no las había. Una persona atrapada por este sentimiento no piensa nada más que en aquello que ama. Siente que no podría vivir si lo perdiera, y es por ello que preferiría dar su vida antes de que eso ocurriera -hace una pausa para comer una tira de regaliz- Pero una persona enamorada se convierte en una persona estúpida. Cree que es capaz de morir si no puede estar junto a la persona que ama, y también sufre por ello cada instante del día que pasa alejado de ella. Y curiosamente es el mismo amor que le mata el que le mantiene con vida, haciendo latir su corazón-sujeta una gominola el lo alto para mirarla a trasluz durante unos segundos- Es estúpido, si… por que el amor no sirve para nada más que para sufrir-se come la gominola y se recuesta sobre la mullida moqueta, sintiendo como las oscuras fibras de esta le acarician el cuello- por que las personas sufren cuando no tienen aquello que desean… cuando no son correspondidos en el amor, cuando saben que la persona por la que darían la vida no estaría dispuesta a hacer lo mismo y son conscientes de que nunca obtendrán lo que esperan y ansían con todas sus fuerzas. Necesitan comunicarse con la persona a la que aman, saber que son felices, y en caso de que no sea así, hacerles sonreír. Necesitan saber que están bien en todo momento, asegurarse de que esa persona nunca llora, y en caso de que así sea, contagiarse con su pena. Una persona enamorada no encuentra defectos en su fetiche, y pasa el día pensando en él… se hace totalmente dependiente, y eso es tan… deprimente y penoso…
Matt deja de hablar para buscar una fresa en la bolsa. Cuando la encuentra levanta la cabeza, y se encuentra con la mirada de su amiga. Es una mirada severa, rencorosa, molesta y tal vez triste. Abre los labios para preguntar por que demonios le está mirando así, pero ella se adelanta.
-Se puede saber por que dices siempre cosas tan horribles? El amor no siempre es así! No es penoso! No es deprimente! Y… puede ser correspondido, sabes?
Matt chasquea la lengua y sonríe.
-Sigue siendo un sentimiento detestable.
Ella gira la cabeza en dirección opuesta con un suspiro de inconformidad, pero Matt continua hablando.
-Cuando es correspondido es aún peor. Una persona rechazada puede, con el tiempo, abandonar la obsesión que siente por aquello que ha amado, si bien nunca llegará a olvidarlo. Puede dejar de sufrir. Una persona que es correspondida… está condenada a sufrir por diversas causas, ya sean celos, miedo a perder la relación u otras cosas. O peor, imagina que hay dos personas que se quieren pero que no puedan estar juntas.
Ella le mira. Parece estar meditando sobre ello.
-Eso no es…
-Qué?-Matt se incorpora levemente- crees que no es posible? No seas tonta, que dos personas se quieran no quiere decir que todo tenga que terminar bien. Imagina que les separa una gran distancia o que-deja de hablar de golpe cuando recibe el impacto de una bola de chocolate. Frunce el ceño y mira a su amiga.
-No vuelvas a llamarme tonta-baja la cabeza- Además, no importa la distancia que hay entre dos personas. Si se quieren de verdad continuarán amándose a pesar del espacio que les separe.
Matt vuelve a recostarse sobre el suelo sonriendo burlonamente.
-Has leído demasiadas novelas cursis con final feliz.
-Y tu demasiadas tragedias donde todo el mundo muere.
-Puede ser… pero la vida real no es más que una tragedia. Y el amor es lo más cruel que existe, tanto si es correspondido como si no. Sería mejor si no existiese ese sentimiento… -observa a su amiga, que parece meditar lo que él le dice mirando al suelo- Y creeme, será mejor que te olvides de ese chico… si no te quiere ahora no te querrá nunca, y si lo hace será por que no tiene a nadir mejor a quien querer. Si te enamoras hasta el punto que te hiciera daño hasta pensar en él tendría que cargar yo con tus llantos, y no me apetece tener que…
-Cállate!-la chica grita de repente.
Matt levanta la vista y ve que ella se cubre el rostro con las manos. Sus hombros se convulsionan ligeramente y unas gotas transparentes reflejan la poca luz de la estancia antes de caer sobre el suelo de entre sus dedos. Frunce el ceño al descubrir que está llorando.
-Oye…-comienza.
-No! Cállate…-murmura entre los jadeos que le provoca el llanto, ahora más exagerado, pero igual de silencioso- se que no tienes razón… no la tienes… tu… tu ni siquiera has amado nunca a nadie, no es posible que sepas nada… solo lo dices por que eres un ignorante.
Él se incorpora y rodea sus rodillas con los brazos antes de sonreír.
-Un ignorante?
Ella no quiere escucharle. Intenta auto-convencerse de que nada de lo que él ha dicho es verdad, auque en el fondo piensa lo mismo, y el pensamiento de que nunca será correspondida le corroe, pero las palabras de Matt siguen resonando en su cabeza, como un cruel fantasma de la realidad que ella había intentando ocultar.
De pronto siente una mano sobre su hombro y levanta la cabeza. Se sorprende al encontrar el rostro de Matt a escasos centímetros del suyo.
-Dices que nunca he amado a nadie… -Le seca las lágrimas de la cara con el dedo pulgar en un gesto de ternura impropio de él, observandola fijamente con aquellos ojos castaños de extraña mirada y después su mano acaricia su cuello, empujándola hacia él.
Y entonces sus labios se unen.
Son apenas unos segundos los que los mantienen unidos, pero bastan para que ella se sonroje mientras que él acaricia su pelo suavemente y aprieta sus labios sobre los suyos. Después él se separa lo justo para poder hablar, y lo hace rozando su boca, esbozando aquella sonrisa socarrona que le caracterizaba.
-Tal vez la ignorante seas tú.


12 octubre 2010

Confesión.

Termino de cepillarme el pelo y me miro al espejo. No veo nada diferente a las otras veces, siempre es la misma persona, llena de defectos, de inseguridad y además patosa. No soy nada especial, no llamo la atención entre las demás chicas, no soy mejor que ellas y tampoco tengo la intención de serlo.
Tampoco es que quiera darme pena, ya me he dado suficiente últimamente, y no quiero que continúe así. Se supone que me tendría que dar ánimos, decirme “tu vales mucho, cómete el mundo”, como hace tanta gente, pero hay un problema: soy completamente incapaz de creerme mis propias mentiras.
Así que intento desconectar, ignorar el torbellino de emociones que hay en mi cabeza, la horrible sensación de mariposas en el estómago y las rápidas palpitaciones que siento en el pecho.
Por que hoy se lo voy a decir.
Si, después de mucho pensarlo he decidido que o se lo decía y veía que pasaba o me volvía loca.
Además, está toda esa gente que me ha animado, que me ha dicho que tengo posibilidades y que me ha hecho ilusiones.
Ahora solo espero que tengan razón.

Tres horas después camino en su dirección. Veo su figura de lejos y suspiro. Él siempre me hace suspirar. Lo sé, suena cursi, pero así es y así soy yo, cursi.
El viento revuelve su pelo oscuro y la luz brilla a su alrededor. Es perfecto.
“Si, perfecto, demasiado para ti”
Y ahí está otra vez, esa voz que pensaba que había hecho callar pero que sigue retumbando débilmente en mi cabeza para evitar que cometa esta estupidez.
Pero tengo que decírselo. Tengo que decirle que ocupa mis pensamientos todo el día, que todo a mí alrededor me recuerda a él, que es lo único que me importa, que daría cualquier cosa por poder abrazarle solo una vez para poder sentir el aroma de su piel, y que me duele amarle tanto sin saber si hay una posibilidad de que él me corresponda.
“Te vas a arrepentir…”
Sacudo la cabeza y continúo caminando. Ahora está solo, es el mejor momento.
“No lo hagas…”
Acelero. No quiero dar la vuelta. No quiero continuar así, sin saber si él…
“Sabes lo que va a pasar si lo haces. No es la primera vez…”
No, pero esta es diferente. Ellos me han apoyado, me han dicho que puedo conseguirlo.
“Ellos no son los que van a sentir como el corazón se les quiebra en el pecho”
Basta, no quiero escuchar más. Continúo el ritmo apretando los puños, acortando la distancia, hasta que por fin te tengo enfrente.
Me miras. Te preguntas que pasa, y que hago yo aquí. Abro la boca para explicártelo, pero no puedo decir nada.
Tu pelo, el brillo de tus ojos, tus movimientos… todo es tan familiar, y tú no sabes nada de mí.
Durante un segundo estoy a punto de dar la vuelta y correr, escapar, encerrarme en mi habitación y no salir en unos años. Pero ahora ya estoy aquí, y no hay marcha atrás.
Sonríes, y me parece como si supieses lo que te voy a decir y te burlases de mí. Aún así comienzo hablar, y no paro hasta que digo todo lo que tengo que decir, todo lo que siento, lo que te necesito y lo que significas para mí.
Hay unos instantes en los que el silencio se me hace insoportable. Me pregunto si el tiempo se ha parado cuando pones una mano sobre mi hombro y me haces despertar. Sonríes de nuevo, esta vez alzando una ceja.
¿Ha salido bien?
“más quisieras”
Me hablas con familiaridad, como si ya supieses desde hace tiempo lo que siento por ti, como si sintieses pena, como si lo que te he dicho no te importase.
-Lo siento, no eres mi tipo. Pero seguro que encuentras a alguien.
Apenas me da tiempo a asimilar las palabras antes de que te marches sin decir nada más.
Todo queda suspendido en el aire. Siento que me ahogo, y comprendo que estoy aguantando la respiración sin saber por que. No puedo escuchar nada, no puedo sentir nada, solo miro como te marchas.
“Te lo dije”
La voz suena segura dentro de mí. Se regocija por tener razón.
Entonces todo pasa de golpe. Las piernas me flaquean, el corazón se parte, la cabeza me estalla y algo me quema en los ojos.
Son las lágrimas que luchan por salir. Aquellas que he derramado otras veces.
“Te lo dije”
Quiero gritar, golpearme, decirme que soy una estúpida que creyó una vez más en lo que no existía y que se inventó señales.
Pero sobretodo quiero dejar de sentir como el corazón sigue latiendo y rompiéndose a la vez.
“Te lo dije”
Has desaparecido. Tu. La perfección. Y yo… alguien de aspecto normal. Alguien por debajo de lo que se considera normal.  ¿Y tenía esperanzas? ¿Cómo he podido siquiera planteármelo?
Ahora solo queda una cosa de ti.
Y es dolor.


Despierto sobresaltada, mirando en todas direcciones. El corazón me late desbocado, algo grita en mi cabeza y tengo las uñas clavadas en la almohada.
Me doy cuenta de que todo ha sido un sueño -una pesadilla- y suspiro aliviada.
Nada ha ocurrido, es de noche y la oscuridad me envuelve, incitándome a continuar soñando. Vuelvo a tumbarme, sonriendo y sintiendo como las lágrimas dejan surcos humedos en mi piel.
Ahora se que nunca debo decirte nada.
Ahora se que jamás me ilusionaré.
Ahora se que las oportunidades nunca se me presentarán.
Después de todo… yo solo soy yo.

10 agosto 2010

Criaturas II

Con cada paso que daba, las punzadas del hambre le torturaban un poco más. Se calmó a si mismo pensando que tan solo cinco metros le separaban de su objetivo.
Comenzó a agazaparse ligeramente a la vez que sonreía malévolamente. Su encanto vampírico actuó deprisa, y en menos de dos segundos la chica ya le miraba directamente a sus profundos ojos negros.
No esperó más. Saltó de repente, con la rapidez de un rayo, sobre la joven.
Pero algo fue más rápido que él. Un destello plateado apareció por el límite de su visión, y sintió un golpe seco en el pecho, seguido de otro en la espalda. Tardó en comprender que había caído bruscamente de espaldas sobre el duro asfalto, con fuerza suficiente como para robarle el aliento, si lo hubiese tenido.
Se incorporó rápidamente, y una punzada de dolor le atravesó el pecho. Bajó la vista, y vio que la camisa había sido rasgada, y bajo ella asomaba un tajo sangrante que cruzaba su torso. El líquido escarlata contrastaba con la piel blanquecina como un la luz de un faro en la oscuridad. Alzó la mirada hacia la chica, con una mueca agresiva. Los labios se le habían hecho hacia atrás, mostrando  sus puntiagudos dientes, y sus largos y afilados colmillos. Las pupilas se habían dilatado, causando el efecto de que sus cuencas habían sido llenadas de oscuro alquitrán. 
Sin embargo, la chica no se mostró horrorizada, asustada, ni siquiera un poco intimidada. Estaba de pié ante él, sosteniendo en la mano un látigo de metal manchado de sangre que centelleaba bajo la luz pobre luz de las farolas con gesto amenazador.
-Bastardo animal-le dijo en tono severo- sabes que los de tu especie no podéis cazar mundanos… aunque…-repentinamente, su tono cambió a uno socarrón- con esa escusa, podré patearte el pálido trasero un rato.
La criatura, presa de la furia y la cólera, comenzó a acercarse con pasos lentos, pero furtivos. Ella dio un paso atrás.
-Eh… vale, no es para que te pongas así… Apuesto a que lo que te pasa es que tienes sed. Yo también –sacó una pequeña botella llena de agua de la pequeña mochila negra que llevaba colgando de un brazo y se la acercó a los labios- no hay nada mejor que poder calmar la sed con un poco de agua, ¿no te parece?-dio un trago, y le tendió la botella al vampiro- ¿quieres? ¿No? Uhm- se encogió de hombros, y, tras dar un par de tragos más, se echó el resto de líquido encima, empapándose.
La criatura no paró a pensar a cerca del extraño comportamiento de la joven. A veces, sus víctimas sentían tanto pánico que hacían cosas extrañas, no era ninguna novedad. Aunque ninguna de ellas se había atrevido nunca a plantarle cara con un látigo, y por ello, él le obsequiaría con una muerte más lenta y dolorosa de lo habitual. 
Pensó como se sentiría cuando la sangre de la chica bajara por su garganta, y el hambre se hizo insoportable, dándole la suficiente fuerza como para saltar sobre su víctima otra vez, tan rápidamente que cualquiera que le hubiese visto no podría haber captado más que una sobra en el aire.
Pero no cayó sobre ella, sino justo detrás. Rodeó el cuello de la chica con los brazos antes de que ella pudiera girar sobre si misma y buscó un hueco para morderla. Le sorprendió comprobar que ella no oponía resistencia, y durante un instante se preguntó si la había asfixiado, o si le habia partido el cuello.
Desechó la idea cuando sintió latir su corazón bajo el pecho, y la sangre fluir por sus venas a ritmo constante. Algo dentro de su mente gritó, y bajó la cabeza para poder poner fin al vacío de su estómago.
Sintió la cálida piel con los labios, y la rozó con los colmillos… antes de sentir un dolor que le abrasaba la cara y los brazos. Siseó como si se tratara de un gato enfadado, y dio un paso atrás. Se acarició la cara, que parecía estar ardiendo, mientras emitía lastimeros gemidos.
La chica chasqueó la lengua.
-Si… es lo que tiene el agua bendita, no os suele sentar muy bien. Pero yo siempre llevo una botella, por que calma la sed la mar de bien.
La criatura nocturna intentó regenerarse, pero estaba demasiado hambriento para eso. Sabía que si no ingería sangre en poco tiempo, terminaría por morir, a causa de las heridas que aún seguían abriéndose sobre su piel mojada.
-Seguro que ahora te estarás preguntando por que diablos no optaste por la sangre animal, como hacen todos los chupasangres que respetan la ley-hizo una pausa, y rió ligeramente-. Un conejo no te hubiese hecho eso en tu hermoso rostro vampírico.
Desesperado, el vampiro utilizó sus últimas fuerzas para correr hacia la chica, con las garras extendidas, lanzando un sonido fiero desde el fondo de la garganta. Un chasquido partió el aire en dos, y el látigo plateado le rodeó las piernas, haciéndole caer de nuevo.
-Debería dejarte morir, o entregarte a algún cazador de sombras… pero yo tampoco me llevo muy bien con la ley, así que…
Volvió a rebuscar en la mochila, y sacó una especie de bolsa de plástico, que arrojó al lado del vampiro, a la vez que recuperaba su látigo de un fuerte tirón.
-Intenta no matar a nadie…la gente de esta ciudad ya tiene demasiados problemas.
Los oscuros ojos de la criatura siguieron con la mirada a la chica, mientras se alejaba caminando calle abajo, a paso ligero. Cuando su esbelta figura se perdió entre las sombras, le echó un vistazo a lo que ella había arrojado a su lado.
Una bolsa llena de sangre animal.



08 agosto 2010

Dilemmas. I hate it. X

La puerta estaba cerrada, como siempre, y las llaves estaban pérdidas entre todos los trastos que había en mi bolso. Pero claro, para poder encontrarlas, necesitaría recuperar mi mano, a la que Strify seguía aferrado mientras me miraba sin pestañear y se balanceaba suavemente.
-Strify… me devuelves mi mano?-pregunté riendo.
Él miró nuestros dedos entrelazados, y después volvió a fijar la vista en mí. Parecía estar pensándoselo, pero al final me soltó, y pude comenzar a rebuscar en mi bolso. Supongo que la tarea en sí parecía interesante, por que tuve su par de ojos de cristal clavados en mí todo el rato. Y las malditas llaves… donde diablos se habían metido??
-Puedes sujetarme esto un momento, por favor?-le dije a Strify a la vez que le pasaba la cartera, el móvil, el estuche de manicura y un par de cosas más que abultaban mucho.
-Claro…-dijo él, riendo.
Creo que encontré las llaves en tan solo un par de minutos. Después volví a meterlo todo.
-Gracias.
-No hay de qué.
-Creo…que tienes de todo ahí dentro.
-No… hay una cosa que no tengo…
Él levantó una ceja.
-Cual?
-Orden.
Sonreí para mí misma mientras me volvía para abrir la puerta. Si, está bien, el chiste era malísimo, pero tenía que decirlo. Cuado la puerta estuvo abierta, puse un pié en la junta para que no se cerrara y me di la vuelta. Strify estaba quieto, tal como se había quedado después de que le respondiera, con la boca semi abierta, y los ojos ligeramente contornados. Incliné la cabeza, pero él no se movió. Comenté a inquiéranme. God, a ver si me lo cargué con el chiste. Me estaba preocupando seriamente cuando de momento enfocó la mirada otra vez, antes de comenzar a descojonarse. Su aguda risa rebotó en el portal, formando eco. Seguramente si alguien que bajaba por las escaleras la había escuchado, se le hubiesen puesto los pelos de punta, pero a mí, personalmente, me parecía una risa encantadora.  De pronto se puso serio y se apartó la greña de los ojos. Estaba rojo de reírse.
-Vale, no lo había pillado.
En ese momento fui yo la que me descojoné. Mi risa, que no tenía nada que envidiar a la escandalosa de la de Strify, también rebotó por el portal. Por suerte, pude calmarme en unos segundos, justo a tiempo para ver que Strify me estaba mirando con media sonrisa en los labios. Sentí como me ponía roja.
-Qué?
-Por fin he encontrado a alguien que se ríe como dios manda-dijo con voz hueca, como si estuviera pensando- me gusta.
Bien, entonces yo me puse más roja aún, y él también, al darse cuenta de lo que acababa de decir.
-Lo mismo digo-sonreí, para quitarle importancia, supongo.
El sonido de una puerta al cerrarse bajó rebotando por las escaleras, hasta el portal.
-Bueno… uhm… te llamaré-dijo Strify, recuperando la serenidad.
-Eso espero. Gracias por la comida, Strify-dije, sin dejar de sonreír.
Titubeé unos segundos. Aquél era el momento en el que supuestamente tenía que despedirme de él… tal vez la mejor forma de hacerlo fuera con un beso… pero un beso en la segunda cita… iba en contra de muchos de mis principios. Si, está bien, llámame ñoña o lo que tú quieras… pero a estas alturas ya deberías tener asumido que soy así.
Bueno, en fin, lo que hice fue inclinarme y presionar un beso en su mejilla, perfecta, y extrañamente suave.
-No hay de qué-respondió, sonriendo.
-Adiós, Strify.
-Adiós, Amy.
Antes de cerrar la puerta le miré por última vez. Le miré directamente a sus ojos perfectos, y pude leer algo en ellos, por que con aquella mirada me dijo muchas cosas. Me dijo que podíamos tener futuro, que aquel contacto podía ser uno de los que podíamos tener, y que él nunca me dejaría si le permitía estar a mi lado. Palabras entonces mudas que más tarde me serian confirmadas.
Comencé a andar por el portal, obligándome a no mirar atrás, por que sabía que si no encontraba a nadie a través del cristal, podría sentirme ligeramente deprimida.
Espera… deprimida? Por dios! Acababa de pasar un rato genial con un chico maravilloso y perfecto, habíamos hablado de todo, y me había acompañado a casa. Y lo mejor de todo es que a él le gustaba estar con migo.
Subí alegremente hasta la entrada de mi piso. Cuando me disponía a meter la llave en la cerradura, la puerta se abrió ante mí. Luk estaba allí, con una enorme sonrisa, y las cejas extrañamente inclinadas. Expresión resultante: pervertido. Yo levanté una ceja, un poco confundida, y él me agarró del brazo y me arrastró hacia dentro. Cuando me di cuenta, estaba en el sofá, y Luk a mi lado, mirándome con estrellas en los ojos y las manos agarradas delante del pecho.
-Eh…-pude decir.
-Ahhh!!! Oh my God!!-dijo de pronto, haciéndome saltar, y me pellizcó una mejilla-que cosa más mona!!
-Lucas, Lucas!!!-Exclamé, intentando quitármelo de encima- se puede saber que es lo que te pasa??
-Como que qué me pasa?-dijo riendo, y carraspeó para cambiar el tono de voz para imitar a Strify-“ Por fin he encontrado a alguien que se ríe como dios manda”
Noté como la sangre acudía a mis mejillas y bajé la vista.
-Ah… eso…-entonces caí en algo- espera!!?? Nos has estado espiando por el telefonillo??-Él asintió, intentando disimular- Lucas! Cotilla!
-Bueno, bueno, bueno, bueno… y que más da? Dios! Ha sido precioso! Me tienes que contar como fue la cita de principio a fin, sin omitir ni un solo detalle!
-Pues…
-Espera!! Te ha besado, eh? Te ha besado?
-No! Solo es la segunda cita!
Luk hizo cara de decepción, pero después sonrió ampliamente.
-Oh… encima es romántico… hombres como esos hay pocos, querida… Bueno, cuéntame!
-Bueno, pues…
-Espera! Donde te ha llevado?
Yo no pude evitar reír. Él estaba incluso más nervioso que yo. No paraba de dar botes en el sofá y hacer palmas.
-Luk! Contrólate! Me estás poniendo de los nervios!
-Lo siento-dijo, quedándose un poco más quieto-pero es que quiero saberlo y no me lo cuentas!
-Eso estoy intentando, loco, pero es que parece que te hayas bebido tres litros de café.
-En realidad solo fueron dos-murmuró.
-A ver… fui a su apartamento y allí estaban Kiro y… Yu.
-Yu? Está bueno?
-Bueno, no se como se lo montan, pero todos ellos son… tremendamente apuestos.
-No será gay, no?
-Creo que ninguno de ellos es homosexual, Luk…-dije, y puso cara de fastidio- pero por lo que sé, Kiro es bisexual.
Rápidamente, su cara cambió de nuevo, y volvió a sonreír y a saltar como un eufórico.
-Bueno, ya hablaremos de Kiro más tarde. Ahora cuéntamelo todo todo todo! Ya!
Tardé por lo menos una hora en contarle la cita. Algunas veces me tocaba remontar para repetírselo todo más detalladamente, como él pedía. Sin embargo, la realidad es que contárselo todo me ayudó a calmarme bastante. Cuando terminé de hablar, mis labios estaban en llamas. Pero no por la larga conversación en sí, si no por que recordaba el contacto con la suave mejilla de Strify. No pude evitar pensar que si con un beso como aquél ya sentía esas cosas… como habría sido un beso en los labios…
A la mañana siguiente, Lucas me despertó, más o menos. Golpeó la puerta varias veces gritando como un histérico antes de entrar en la habitación dando saltos. Me incorporé de golpe, y sentí una punzada en la cabeza. Intenté ignorarla, pensando que había sido a causa del repentino despertar que mi compañero me había regalado,  y me concentré en intentar entender lo que estaba gritando. Mi cerebro aún estaba dormido, pero por suerte vi que tenía un teléfono en la mano.
-Es él! Tu príncipe azul!

~ · ~ ·  ~
Bueno, tenía la historia abandonada, y aún 
me quedaba algo escrito para subir. 
Así que... aquí está. Y si os pensabais que os habiais
librado de Amy y sus dilemas, lo siento, pero aún 
quedan historia por delante.
Si lees, comentas ^3^

07 agosto 2010

Criaturas

El cielo estaba limpio aquella noche, gracias a las lluvias que se habían encargado de eliminar parte de la suciedad que flotaba en el ambiente de una gran ciudad como aquella, dejando la cúpula celeste lo suficientemente despejada como para ver las estrellas brillar –en lugares donde la contaminación lumínica lo permitía- como débiles luciérnagas atrapadas en un mar de tinieblas.
Además, las lluvias dejaron tras de sí el frío que precedía el invierno, ahuyentando a los transeúntes que algunas veces se aventuraban a pasear en las horas oscuras del día.
Así pues, las calles eran tranquilos cementerios de asfalto dominados por el silencio y la tranquilidad, que solo se veía turbada en el centro, al ser rasgada por la sirena de alguna ambulancia o de un coche patrulla, o por el tráfico, que aunque más ligero a aquellas horas, no podía desaparecer jamás.
Después de todo, aquello era New York.
Pero incluso New York había zonas que quedaban totalmente desiertas a las afueras de la ciudad, calles que quedaban devoradas por la oscuridad, y callejones que amparaban con su profunda oscuridad a diabólicas criaturas.
Criaturas que no se sentían intimidadas pr las glaciales acuchilladas del viento ni por las tinieblas que paseaban libremente, adueñándose de aquellas horas, y que no dudaban en abandonar sus escondites diurnos para saciar la sed de muerte, sangre y caos que torturaban sus corrompidas mentes.
Una de ellas salió del almacén abandonado donde solía resguardarse de los mortíferos rayos del sol. Notaba el vacío en su estómago, el dolor del hambre le corroía las tripas. Estaba peligrosamente hambriento.
La luz de la luna se reflejó en él, provocando que su pálida piel brillara fantasmagóricamente, y añadiendo en sus ojos oscuros como pozos sin fondo un brillo sobrenatural. Comenzó a deambular por las calles, ágil como un gato, silencioso como una sombra, en busca de algo –o alguien- que llevarse a la boca.
Tuvo suerte, no tardó mucho en localizar a una bonita chica que caminaba sola, con paso ligero. Olfateó el aire, y sintió el olor de su sangre, corriendo por sus venas bajo la piel morena. Sangre joven, limpia, tibia, nutritiva y dulce.
 
Se deshizo de las sombras que le habían mantenido oculto y caminó hacia ella.
Algunos de sus hermanos permanecían escondidos, acechando, y saltaban sobre su presa cuando esta pasaba cerca, ignorando el peligro al que se habían expuesto. A él, aquella clase de tácticas le parecían absurdas.
La naturaleza les había obsequiado una belleza sobrenatural, un encanto hipnótico, un halo misterioso que era capaz de capturar a cualquier humano al que se acercara.  Y él lo aprovechaba. Caminaría hacia ella, y esperaría hasta el momento en el que se cruzaran. En cuanto la mirada de la chica se encontrara atraída por la suya, saltaría sobre ella, para clavarle los afilados colmillos, y entregarla a las frías garras de la muerte.

~ · ~ · ~
Bueno, que conste que esto es un  experimento que escribí en 
una libreta (presa del aburrimiento) y que no me gusta nada 
escribir en papel, asi que no me lo tengais mucho en cuenta, please.
No obstante, agradeceré comentarios. ^w^

24 julio 2010

Flores sobre mi tumba.

Pero no se lo puedo decir, no puedo intentar explicarles, serían incapaces de comprender mi punto de vista. Me llamarían loca, desquiciada, suicida y amargada. Se lamentarían de mí, e intentarían evitar que pusiera fin al sufrimiento que me corroe por dentro y por fuera, como si se tratara de una corriente de agua que poco a poco va desgastando las rocas, hasta que solo queda de ellas el vacío del olvido.
Así que es mejor dejar que continúen derramando amargas lágrimas por mi causa, si, es mejor dejarles llorar, como el cielo, que también viste de luto hoy, cubierto de nubes negras que oscurecen el día, creando una oscuridad que atormenta los corazones que aún continúan latiendo, infundiéndoles temores, y despertando pesadillas que no deberían volver hasta la caída de la noche, cuando, amparadas por las sombras, podrían germinar en el subconsciente de aquellos que las temen.
Pero aunque mi corazón también late, la oscuridad no me atormenta, púes late sin sentido, dedicando únicamente a bombear mi sangre, sangre que hubiese dado por ti, al igual que mi alma, mi cuerpo y mi vida, siendo capaz de haber firmado un pacto con el temido Satán para que me permitiera estar a tu lado por toda la eternidad.
Pero ahora te has ido.
Te has esfumado, como las sombras nocturnas al nacer el so, como el humo al pasar entre los dedos de una mano, como la niebla que se desvanece ante la impotente mirada de unos ojos que lloran, cegados por el dolor que se desborda en ellos transformado en lágrimas.
Y a pesar de todo, a pesar de que te llevaste contigo mis ganas de vivir, a pesar de que al marcharte convertiste mi vida en un oscuro pozo de desesperación, donde tendría que caminar a tientas sin tu luz… a pesar de todo, no te guardo rencor.
No, no te lo guardo, y deseo que seas capaz de sobrevivir a este cruel mundo que puede ofrecerte los mejores placeres, y arrebatártelos sin piedad, sin importarle que lo merezcas o no.
Y deseo que ella sea capaz de hacerte feliz, como yo creí que te hacía, que sea capaz de extinguir tu sed con sus labios, que te deje beber de ella como tantas veces yo lo hice.
Por que  al fin y al cabo…  aquellos días sentí lo que nunca seré capaz de experimentar de nuevo, nadé en un néctar que jamás me será ofrecido otra vez… y eso por eso que no quiero seguir viviendo.
Puede parecer un concepto egoísta, pero creo que soy libre de hacer lo que me plazca con mi propia vida… incluso acabar con ella.



El ataúd comienza a descender bañado por la lluvia, que no es capaz de limpiar las heridas de mi alma.
Echo una última mirada a través del cristal incrustado en la madera a la gente que me tuvo algún cariño, y que hoy asiste a mi entierro en vida, aunque sean inconscientes de ello.
Por que es imposible vivir con el corazón roto, pero es también imposible vivir cuando te han apuñalado el alma.
Escucho un sonido sordo cuando la primera pala de arena, húmeda y blanda, cae sobre el que será mi lecho eterno, rodeado de tierra, donde mi pena y mi dolor quedarán ahogadas.
Ya falta poco, y cierro los ojos para sumirme ya en la que será mi compañera eterna, la imponente oscuridad, mientras el oxigeno se consume lentamente, sumérgiendome en un sueño cada vez más profundo.
Intento emplear mis últimos minutos de consciencia para preguntarme si alguien me echará realmente de menos, como yo te hecho a ti… Y no puedo evitar pensar:vendrá alguien a dejar flores sobre mi tumba?


Me salió muy del romanticismo, no?
Bueno, el próximo, será mas 
alegre,I promise. 

24 mayo 2010

Roues

Una moto cruzaba velozmente los estrechos barrios de la ciudad, dispuesta a llegar a las afueras, donde el almacén abandonado que servía de escondite esperaba, cubierto por la silenciosa oscuridad nocturna.
El conductor mantenía perfectamente el equilibrio, incluso cuando las curvas eran tan cerradas que prácticamente podía tocar el duro asfalto. El casco rojizo brillaba bajo la luz de las farolas, que iluminaban su veloz figura en intervalos exactos. Parecía disfrutar con la velocidad, que hacía que las puntas de cabello anaranjado que asomaban por debajo del casco se agitaran en el aire, al igual que la cadena que llevaba al cuello.
Nada le frenaría hasta que llegara a su destino, o eso parecía.
De momento, un destello gris apareció a su lado. El motorista aceleró, dispuesto a dejar a atrás a aquél que había osado intentar igualarse a él, pero no consiguió dejarlo atrás. Ambas motos comenzaron una carrera en la que ninguno de los dos llevaba ventaja. Y entonces el primer motorista se dio cuenta de por qué. Aquello no era un reto, ni nada parecido. El motorista gris iba a por él, no pretendía adelantarle en ningún momento. Le observó durante unos segundos y se vio reflejado en la superficie brillante de su casco plateado. Sintiéndose observado, le devolvió la mirada. Entonces se llevó los dedos índice y corazón a la parte superior del casco, como si estuviera saludándole.
Enrabiado por aquella situación, el motorista rojo apretó los dientes y miró al frente.
“¿Como narices se atreve este a vacilarme así?… ¿Que se ha creído?”
Una sonrisa malévola se dibujó en su rostro cuando localizó un  estrecho callejón. Por allí no cabrían los dos, así que con un poco de suerte el conseguiría llegar antes, y el otro motorista se la pegaría contra el muro de ladrillos rojizos. Su sonrisa se amplió  antes de girar la muñeca velozmente, para darle más potencia a la máquina, a la vez que sus ojos azules destellaban malévolamente. Se agachó hasta que su pecho tocó el metal, disfrutando del momento, sintiendo como la adrenalina se liberaba en su sangre. Ni siquiera se planteó que pasaba si el segundo motorista conseguía alcanzarle otra vez y llegar antes al callejón. Era imposible, sencillamente absurdo pensar que pudiera hacer eso. Nadie conducía como él, y mucho menos salía como si nada después de retarlo de aquellas maneras.
Al principio el motorista gris no redujo la velocidad, incluso pareció acelerar, pero cuando pareció darse cuenta de las intenciones del conductor de la moto roja, puso de lado la moto rápidamente.
El sonido de la goma rozando el asfalto al derrapar emitió un sonido chirriante que abrió una grieta en el sólido silencio de la noche, a la vez que un insoportable olor a goma quemada inundaba el ambiente. Pero el motorista rojo no lo notó, simplemente sonrió triunfalmente cuando la total oscuridad del estrecho callejón le rodeó, domada únicamente por los potentes focos de su vehículo, que continuaba desplazándose a la velocidad de un rayo, como un destello rojo sangre.
Puso la moto sobre la rueda trasera, desafiando el peligro que suponía hacer eso cuando las paredes estaban a tan solo medio metro por cada lado. Si el volante se desplazaba tan solo medio milímetro, a aquella velocidad, la moto se estrellaría, y rebotaría en las dos duras paredes de hormigón hasta que no quedara nada de él ni de su potente vehículo rojizo. Pero claro, eso a él no le importaba. Ahora, lo único importante era que había ganado. Claro que, no lo había dudado ni un solo momento. Había estado convencido desde un primer momento de que seria él el que llegara al callejón antes. Claro que si era verdad que le sorprendió que el motorista azul no se la hubiese pegado contra el muro, y que hubiese derrapado de tal forma a aquella velocidad, sin perder el equilibrio. Seguramente, tendría bastante práctica, y un manejo de la moto impecable. Una conducción como aquella necesitaba años de práctica. Claro que… ni siquiera eso le había servido para vencerle. Nadie podría detenerle jamás.
Como intentando inútilmente poner en dudas sus palabras, una pequeña verja metálica asomó al fondo del callejón. Una gruesa cadena la mantenía cerrada.
Su sangre recibió gustosamente más adrenalina cuando sacó la pistola plateada que llevaba en el cinturón. No necesitó apuntar, de todos modos, a aquella velocidad seria bastante difícil, y no pensaba reducirla bajo ninguna circunstancia.
Así pues, disparó dos veces. Las balas sisearon en la oscuridad durante unos instantes antes de impactar después de una salida silenciosa. Le encantaba aquella arma por que prácticamente era inaudible, y él no soportaba el ruido. Ni siquiera la moto emitía más sonido del que era necesario.
La primera bala atravesó la malla metálica de la verja abriendo un agujero de considerable tamaño, y la segunda dio de pleno en uno de los eslabones de metal, partiéndolo en dos. Una vez eliminada la cadena, lo único que necesitaba la verja para caer al suelo era el impacto de la rueda delantera, y el peso de la máquina de metal. Por segunda vez pegó el pecho a la moto antes de coger impulso y ponerla sobre la rueda trasera, con tanta facilidad que cualquiera que lo hubiese visto podría haber pensado que la moto no pesaba más que una pluma.
La verja crujió cuando recibió el veloz impacto, y no resistió la embestida. La pesada moto pasó sobre ella, deformándola.
Cuando por fin alcanzó el final del estrecho y oscuro callejón, el motorista del casco rojo entrecerró los ojos ligeramente cuando la luz de las farolas que cayó sobre él, tendiéndole una emboscada. Pero por supuesto, el cristal tintado del casco evitó que se deslumbrara, y continuó su camino sin perder velocidad, mientras el destello rojo sangre le seguía fielmente.

Estaba acercándose a las afueras, era obvio. Allí casi no habían viviendas, todo eran pequeños almacenes o tiendas antiguas. En pocos minutos estaría ya en el enorme almacén que tiempo atrás había servido para guardar algún tipo de mercancías. Pero cuando lo abandonaron, él se hizo con  aquél lugar, y lo convirtió en la base de sus operaciones.
Por fuera, un endeble almacén oxidado ya por el paso de los años.
Por dentro, un complejo edificio totalmente reformado, provisto de un complejo sistema de seguridad, las tecnologías más innovadoras y las comodidades dignas de… de él mismo.
La tapadera perfecta.

En fin... no tenia que subirlo, pero 
como me aburría bastante... aquí esta... que 
conste que no se mucho sobre motos... 
es de una pequeña historia que inicié ayer.
...comentarios?·3·

13 mayo 2010

Dilemmas. I hate it. (IX)

Strify me condujo hasta un restaurante Italiano. No me lo imaginaba, para ser honesta, por que me imaginaba un lugar más grande, más luminoso, más espectacular y con más gente. Pero no, Strify me llevó a un pequeño y discreto restaurante italiano que había al final de la calle. Uno de esos lugares que tienes que saber que están “ahí” para entrar, por que al pasar por la puerta, ni siquiera te das cuenta.
No es que me quejara en absoluto, yo siempre había preferido los lugares sin mucho ambiente, modestos, “acogedores”… y aquél lugar era perfecto, sobretodo para tener intimidad.
Las mesas eran pequeñas, así que me senté cerca de Strify. Nuestras piernas se enredaban bajo el tablero, pero a ninguno de los dos nos importó, y no reaccionamos de otra manera que no fuera con una sonrisa.
-No es un lugar muy glamoroso, pero aquí hacen la mejor comida italiana de la ciudad-explicó-además, tiene un ambiente muy familiar, no crees?
Cuando nos trajeron la comida que previamente habíamos pedido, pude comprobar de buena mano que lo que Strify había dicho era totalmente cierto, la comida era genial, y en el local se respiraba tranquilidad, que ayudó a calmar mis nervios.
Durante la comida, hablamos mucho. Strify hablaba casi todo el tiempo de la banda, me contaba las locuras que hacían durante los conciertos y, sinceramente, me reí mucho.
-Pero ahora estamos haciendo un descanso después del lanzamiento de “Toyz”… queremos pasar desapercibidos por un tiempo, llevar la vida con más calma antes de volver al ajetreo de la música. Reencontrarnos con viejos amigos, visitar a la familia-levantó la vista del plato de pasta antes de continuar-, encontrar a alguien... 
No terminó la frase, pero yo la comprendí de sobra. Tenía que ser duro no poder comprometerte con nadie a causa del trabajo, con las giras y los conciertos…
-Strify?-pregunté vacilando, y él asintió mientras miraba como se enrollaba la pasta en el tenedor- si vais a dar conciertos otra vez… ¿os marchareis pronto, no?
Él levantó de pronto la vista, y asintió lentamente, bajándola de nuevo.
-Ah, bueno…-murmuré.
Que diablos pasaría cuando Strify se marchara de nuevo? Se iría, como si jamás hubiese existido. Volvería a su vida “normal”, a estar rodeado de fans y gente que le quería, gente que le admiraba, y chicas… muchas chicas. Seguramente la mayoría de ellas podrían borrar el recuerdo que Strify guardara de mí. Pensar en ello me hizo bajar la vista, y al parecer Strify lo notó, por que cambió de tema animadamente.
-Bueno… y tienes planes para el futuro?
-Estoy ahorrando dinero para ir a la universidad, por eso estoy trabajando en la tienda de ropa… de momento, es lo único que tengo pensado para el futuro… de todas formas, no hay que tener demasiado pensado… creo que hay que esperar mientras disfrutas, y ver que pasa al final… la vida es imprevisible, en cualquier momento puede darte una agradable sorpresa o hundirte… pero ese es uno de los riesgos que hay que correr. 
Strify me miró de nuevo con una ceja levantada. Después, apoyó la cabeza en una mano, como meditando sobre algo, sin cortar la mirada. Nunca pude imaginar que hubiese una mirada tan difícil de mantener… era algo entre impresionado, misteriosa y sensual, muy sensual. Tal vez demasiado…
Aún después de comer, estuvimos hablando un largo rato. Ambos nos dimos cuenta que el camarero nos miraba de forma impaciente.
-Creo que deberíamos marcharnos, antes de que nos eche…-susurró Strify, riendo.
La verdad es que yo estaba totalmente diacuerdo, por que había gente esperando una mesa, y hacían cola en la puerta del local. Al pasar por su lado nos dirigieron miradas molestas, sin embargo, Strify les sonrió a todos y les hizo un gesto divertido mientras se despedía.
Strify se ofreció para acompañarme hasta mi apartamento, y yo, obviamente, acepté. Al principio charlamos un poco, pero al cavo del rato las palabras se apagaron, y reinó de pronto un incómodo silencio que se cortó cuando Strify carraspeó ligeramente. Le observé durante un instante, y el hizo lo mismo, mientras me dedicaba una de sus espléndidas y brillantes sonrisas. 
No se cuanto tiempo estuve de nuevo perdida en la intensidad de su mirada, solo sé que cuando volví a la realidad nuestras manos estaban cogidas, y nuestros dedos entrelazados. Supongo que seria una escena graciosa, por que tanto Strify como yo misma estábamos rojos y sonreíamos todo el rato como si hubiésemos consumido drogas. 
En realidad cualquiera que me conociera bien sabría que aquello era normal en mí, a la mínima… como un tomate, con sonrisa tonta y la estúpida y maldita voz aguda. Pero no me esperaba eso de alguien como él, de alguien como Strify. Sin embargo decidí no darle más vueltas y disfrutar del contacto. Trasmitía calor, energía y… seguridad.
A partir de ahí, el silencio ya no fue incomodo. Si, es verdad que ha habido muertos que hablaban más que nosotros dos, pero estar en calma, uno al lado del otro, caminando en las horas en las que la ciudad estaba tranquila… era suficiente, no hacían falta palabras.
-Ya casi estamos…-dije-la próxima manzana.
Él apretó suavemente mi mano.
-No está muy lejos. Está demasiado cerca…-dijo, como pensando en voz alta.
Reí. Me sentía muy feliz en ese momento, aunque era consciente que solo unos pocos metros me separaban de mi portal, y que cuando llegara tendría que despedirme de él, sin saber si volveríamos a salir juntos otra vez. Esta era una duda que me mataba.
Cuando llegamos al portal me detuve. La puerta estaba cerrada, como siempre, y las llaves estaban pérdidas entre todos los trastos que había en mi bolso. Pero claro, para poder encontrarlas, necesitaría recuperar mi mano, a la que Strify seguía aferrado mientras me miraba sin pestañear y se balanceaba suavemente.
-Strify… me devuelves mi mano?-pregunté riendo. 


"Y cuando dejará de subir estas tonterias?"
Os preguntareis... Bien, pues cuando mi 
mente deje de idear fantasias. ^^
(Si, os queda aún mucho sufrimiento)
Comentaaar  =^.^=

06 mayo 2010

Dilemmas. I hate it. (VIII)

Estaba entretenida analizando tranquilamente cada detalle cuando Kiro dio un grito que me hizo saltar.
-Strify!! Tu novia está aquí!!!
Al escucharlo me puse roja, y tosí.
-U-uh… Nosotros…-murmuré, sacudiendo la cabeza.
-Oh… oh! Lo siento, solo que como habla tanto de ti, pensé que eras su novia ya-dijo Kiro tranquilamente, sin perder su adorable sonrisa, como si no hubiese supuesto nada para mí. Y en realidad me estaba muriendo de felicidad, pero intenté disimularlo con una sonrisa de esas sonrisas “quita-importancia”.
Bueno, genial. Ahora estaba mucho más nerviosa… Así que Strify hablaba de mí. Increíble! Pero tenía su parte incómoda. No por el hecho en sí,  este era simplemente fantástico, pero… si Strify hablaba de mí, podía hacerlo tanto de mis cosas buenas como mis meteduras de pata, y de esas habían unas cuantas.
Kiro me hizo un gesto para que esperara y se metió por el pasillo. Volvió al cavo de unos segundos, seguramente había ido a ver si Strify salía.
-Ahora viene-dijo, y después murmuró-es un tardón.
Asentí con la cabeza mientras reía. Y volvía a mirar a mí alrededor. Seguro que el piso era grande, o por lo menos lo suficientemente amplio para que vivieran Strify, Kiro, Shin, Romeo y Yu. (Si, me había aprendido los nombres de los amigos de Strify)
-Pero chica, siéntate!-exclamó Kiro mientras se metía en la cocina/Office-quieres algo de beber?

-No, gracias-sonreí, y me senté en uno de los sofás.
-No? Cola, zumo, fanta… cerveza?-la última palabra la hizo con una ligera mueca de asco.
-No, gracias, de verdad-sonreí otra vez, ya me estaban dando calambres.
Kiro se encogió de hombros y abrió la nevera. Yo volví la vista al salón, y cuando lo hice me di cuenta que había un mueble más, que no había visto antes por el ángulo en el que me encontraba. Era un sillón, también de cuero negro. En él había sentada una persona, un chico, que leía una especie de cómic. Pelo largo hacia delante, una mecha roja y perforaciones en labio y ceja… seguramente seria Yu. O por lo menos encajaba perfectamente con las descripciones de Strify.
-Soy Yu-dijo cuando se dio cuenta que le estaba mirando, y ya de paso aclaró mis suposiciones-Tu debes ser… Emy. Amy!-se corrigió rápidamente, lo cual me sorprendió bastante.
-Si, la misma-le devolví la sonrisa, y él volvió la vista al cómic.
Le miré durante un segundo, y pensé que parecía un poco frío, aunque había sido agradable y simpático. Entonces recordé que Strify me dijo que Yu no era lo que parecía, y que en realidad era bastante dulce, aunque no le gustara hacerlo notar. Y seguramente así fuera, pero no tuve más tiempo para replanteármelo, porque Strify salió del pasillo saludando con un “hey”.
Me levanté, dándome la vuelta y devolví el saludo. Dios… estaba increíble otra vez, a pesar de que solo llevara pantalones negros y una camisa gris con el cuello en “v”, acompañado con una cadena al cuello y maquillaje plateado, obviamente.
Desde luego, no se podía decir que era el típico chico en absoluto. A simple vista se notaba que se preocupaba más por su apariencia que cualquier chico normal, pero cuando tenias la suerte de conocerle te dabas cuenta que en cuanto a personalidad tampoco era muy normal, precisamente. Estaba un poco loco, pero tal vez fuera su inofensiva locura la que le permitía estar permanentemente feliz. Lo mejor? Su felicidad era contagiosa.
-Bueno…-dijo, mirándome de arriba abajo-vamos?
Se sonrojó un poco, y yo también, pero pude asentir y seguirle hacia la puerta principal, después de despedirme de Yu y Kiro. Mantuvo abierta la puerta, para que saliera.
-Dónde vamos?-pregunté, mientras esperábamos el ascensor.
-Sorpresa otra vez!-rió, levantando las manos.
Sinceramente, me encantó la última sorpresa de Strify, así que… esta también, seguramente, me cautivaría… como él mismo lo hacia.
A penas pasaron tres segundos cuando me miró seriamente.
-Amy…
-Qué?-mustié, sintiendo sus ojos azules clavándose en los míos.
-Tengo que decirte una cosa…
-Dime…
La tensión que sentía era tanta que se podría haber cortado con un cuchillo. 
-No me gusta esperar al ascensor!-exclamó.
Antes de que pudiera darme cuenta, estaba bajando a toda prisa las escaleras, riéndose como un loco. Yo me quedé parada, sin saber que hacer exactamente. Algo dentro de mí e gritaba que corriera tras él, pero otra voz me recordaba que llevaba tacones de aguja, y que podía acabar escaleras abajo. El “ding” del ascensor me hizo reaccionar, y subí a la máquina.
En apenas 15 segundos, el ascensor se había detenido en la planta baja. Las puertas se abrieron, y el portal apareció tras ellas. Salí, buscando el interruptor de la luz con la mano, pasando el brazo por la pared. No había rastro del portero, y apenas había ya luz diurna, así que aquello estaba sumido en una profunda y espesa oscuridad.
Estaba preguntándome si Strify estaría bajando aún cuando algo me agarró la mano con la que buscaba el interruptor, mientras alguien exclamaba “buh”. Se me escapó un agudo y breve grito. Si, es algo que no puedo controlar: mis gritos. Cuando salen, salen. Ya sea por un susto, emoción, alegría, placer… o cualquier otra cosa. Un 90% de mis medios de expresión son mis gritos.
La luz se encendió de pronto, y me encontré a Strify partiéndose de risa a un par de metros de mí. Al principio me sentí un poco ofendida, puse morros y crucé los brazos, y Strify dejó de reír y me observó con aquellos ojos tan hermosos torciendo la boca. Seguro que pensó que yo no era tan divertida como él se había imaginado, pero después no pude aguantar, y acabé partiéndome de risa yo también. Salimos del edificio a carcajadas, y la gente que pasaba nos miró raro.

Bueno... supongo que continuaré 
subiendo mientras escriba... por que me
he vuelto a enganchar... ¬¬'
Gracias por leer, enserio ·3· Kuss Kuss

03 mayo 2010

Dilemmas. I hate it. (VII)

Y bien, como había supuesto, el día fue bastante duro, incluso más de lo esperado. Para empezar, me desperté a las 6 de la madrugada, así que aún tenía doce horas completas por delante. Además, casi no entraron clientes en la tienda, lo que lo convirtió en un día aburrido, además de lento. Y para colmo, los pocos clientes a los que pude atender me tuvieron media hora cada uno para elegir simplemente una prenda de ropa.
Así que me pasé toda la mañana esperando y esperando, mirando el reloj cada cinco minutos. Juro que por un momento pensé que las agujas iban marcha atrás. Pero no, por que justo cuando faltaba un cuarto de hora para las 5 (mi hora de salir) Elise me dijo que me podía marchar ya. 
En menos de dos minutos estaba ya en mi casa, corriendo hacia mi habitación mientras gritaba, presa de los nervios.
-Lucas!!!
Él salió de su habitación con cara de susto.
-Que pasa?! Que ocurre?! Desastre nuclear? Invasión alienígena? Miley Sirus de presidenta?-entonces me miró de arriba abajo y sonrió- ah, no! Amy preparándose para una cita.
Le tiré el bolso cuando comenzó a retorcerse de la risa.
-A mi no me hace gracia! Solo tengo…-miré el reloj- una hora y diez minutos y no tengo ni idea de que ponerme!
-Bah, con cualquier cosa tu estás mona-dijo, y le hice mala cara-Bueno, vale, te ayudaré…
Nos dirigimos a mi habitación, y se puso a rebuscar en mi armario, mientras yo me duchaba. Cuando salí del cuarto de baño, con la toalla, vi que había una ropa preparada encima de la cama. Ni siquiera recordaba ya aquellos pantalones negros y aquella camisa blanca. Y la cazadora de cuero!?
-Luk… de donde has sacado esto?
-De tu armario…-dijo, rebuscando entre los zapatos.
-Si, pero de que estante? Esta ropa no me la pongo desde hace…
-Bueno, ya lo sé! Y eres bastante tonta, por que es genial!
Entonces se dio la vuelta y pude ver las botas de tacón de aguja que llevaba en las manos. Abrí la boca para decir algo, pero al principio no me salió nada.
-Tu estás loco?-dije al fin, y él me miro como si no lo comprendiera.
-Por qué? La cita no es con tu príncipe azul?
Le miré con mala cara, y suspiré.
-Si, con Strify, si.
-Entonces no hay problema!! Es bastante más alto que tu! Ni siquiera con tacón le alcanzarás, así que no quedará mal.
No se me ocurrió nada bueno que responderle, así que simplemente me llevé la mano a la frente y dejé que el gesto hablara por sí solo.
-Va! No seas tonta! Estarás genial!-dio un par de saltitos mientras salía de la habitación- vístete pronto, que son casi y cuarto y aún queda el maquillaje.
Le hice caso, y a y treinta ya estaba lista, y abrí la puerta.
-Más de diez minutos para vestirte… desde luego…-puso los ojos en blanco.
-Tú no eres el más adecuado para hablar…
-Bah, bah! Tonterías. Pero chica mírate! Pareces una diva! Quien tuviera tus piernas…
Ambos comenzamos a reír. Aquellos comentarios eran muy “Luk”
-Bueno, ahora el maquillaje, hermosa!
Durante diez minutos más, estuve sentada en una silla, viendo como Luk echaba maquillaje aquí y allá por toda mi cara. De vez en cuando se alejaba y me miraba a distancia, según él “para apreciar el impacto”. Si, Luk era estilista, y lo hacia muy bien. Era realmente bueno en su trabajo. A menudo me preguntaba por que la zorra de su jefa le despidió. Seguramente por que se enteró de que era Gay. Bitch.
Cuando por fin Luk me dejó mirarme al espejo, tuve que reconocerle que hizo un gran trabajo. Era un maquillaje elegante, sexy, y discreto a la vez. Perfecto.
-Y el pelo?...-murmuré.
-El pelo… está perfecto suelto. Tú estás perfecta! A Strify se le caerá la baba, como que soy maricón.
Mientras poco después me dirigía a la salida, Luk me silbó, y me puse colorada.
-deséame suerte…-murmuré.
-No la necesitarás, diva!-gritó, y reí entre dientes.
Lucas era el mejor amigo que se podía tener. Tenía suerte de tener a alguien como él. Estaba allí cada vez que le necesitaba, y eso era muy importante para mí. Me animaba, me ayudaba, y me des-estresaba. Hacia algunas bromas pesadas y era un poco borde a veces, pero era parte de su personalidad, y yo le quería tal y como era. Si no, no seria Luk, solo una copia barata.
En apenas siete minutos había llegado ya a la dirección. La puerta de abajo estaba abierta, pero había un portero vigilando que no entrase gente con malas pintas. Cuando por fin estuve delante la puerta, a punto de llamar al timbre, me detuve y me miré el reloj. Llegaba diez minutos antes. Aquello estaba tan mal como llegar diez minutos después, no?
En fin, no pensaba esperar hasta que fuera en punto fuera, así que llamé al timbre con una mano temblorosa. Estaba realmente nerviosa, como una adolescente en su primera cita. Pero ni era una adolescente ni era mi primera cita, así que intenté calmarme. Y nótese que digo “intenté”.
Al otro lado de la puerta me recibió un rostro dulce y sonriente. Kiro, por supuesto.
-Adelante!-dijo, haciéndome hueco para entrar.
Sonreí como agradecimiento
Estaba entretenida analizando tranquilamente cada detalle del interior cuando Kiro dio un grito que me hizo saltar.
-Strify!! Tu novia está aquí!!!

Creo que dejaré de subir esto...
yo sola me traumo...

29 abril 2010

The mirror. Fragment.

Ella tosió y dio un paso atrás. No se dio cuenta que detrás de ella descansaba un balancín de madera, seguramente antaño utilizado para entretener a algunos infantes, y tropezó con él, perdiendo el equilibrio. Casi consiguió estabilizarse de nuevo, pero su espalda chocó contra lo que creyó una pared y cayó sentada. La vela se apagó al instante, un segundo después de que la llama bailara violentamente, y una nube de polvo se levantó desde el suelo, y cubrió por completo a la accidentada.
-Perfecto…-murmuró- si Evangeline se entera le dará un ataque…
Miró el balancín con el que había tropezado. Lo vio claramente, ya que la luna aportaba suficiente luz a través de las redondas ventanillas como para definir mediadamente todo lo que la rodeaba, como si quisiera demostrar que no le hacia falta la vela. Beatrice pudo comprobar entonces que el balancín era la figura de un caballo tallado en madera verde, y aún se balanceaba adelante y atrás del impacto. El animal parecía burlarse de ella con cada balanceo, así que ella se levantó indignada y puso los brazos en jarras.
-Ríase, ríase cuanto quiera… pero tenga en cuenta que yo saldré de esta estancia, y usted continuará aquí durante mucho tiempo, cubriéndose de polvo-hizo una pausa y cayó en la cuenta que estaba hablando con un objeto inerte-. Genial… ahora estoy hablando con un balancín… Tal vez si esté un poco chiflada, después de todo.
Sin darle mas importancia al tema, se dio la vuelta, y descubrió que la oposición que había encontrado para mantener el equilibrio no era una sólida pared, sino un pesado objeto muy alto que descansaba cubierto por una sabana que había perdido la blancura hacia ya mucho tiempo. Tuvo que dar un paso atrás para apreciar mejor sus dimensiones, parecidas a las de un armario. Beatrice contornó los ojos y acarició la sábana, escuchando claramente como su curiosidad le gritaba que descubriera aquello que escondía, arrojándola de un tirón al suelo. Y claro, nadie podía enfrentarse a su curiosidad, ni Evangeline, ni ella misma, así que dio un fuerte tirón, y la tela cayó silenciosamente al suelo, bailando en el aire, y levantando una segunda nube de polvo, que acabó de cubrir a la joven. Pero sin embargo a ella no le importó, por que ni siquiera se dio cuenta, concentrada como estaba en la pulida y brillante superficie que había descubierto. Y es que aquel enorme objeto no era más que un grandioso y extraño espejo de madera oscura. Estuvo contemplando su nuevo descubrimiento durante varios minutos, sin hacer ni el más leve movimiento.
Estudió las formas talladas en los laterales. Eran en su mayoría extrañas plantas, como si se tratase de una enredadera, pero también estaban talladas las torres de un castillo, un molino, unas estañas flores, y algunos animales. Era un espejo verdaderamente detallado, y seguro que muy valioso, pero no comprendía como había ido a parar un objeto como aquél a manos de su séptima tutora. No pensó en ello, pues seguía concentrada en la reflejante superficie, que se mantenía en perfecto estado, como si el tiempo no hubiese pasado, ya que no tenía ni una rotura, una rayada o una mancha de humedad, y brillaba como si lo acabasen de limpiar.
Beatrice miró los ojos de su reflejo. Estaban ligeramente hinchados, seguramente a causa  del llanto que la había invadido hacia a penas unos instantes, convocado por los tristes recuerdos. Inclinó la cabeza, y el reflejo hizo lo mismo. Dio un paso atrás, y la otra Beatrice se movió de la misma forma. Podría haberse pasado enfrente de aquel espejo toda la noche, sin saber por qué. Era lo más interesante que había visto desde su llegada a Inglaterra, a pesar de que no parecía tener nada de especial. Pero poseía algo que la atraía y la intimidaba al mismo tiempo.
Siguió contemplando el reflejo, ya no sólo el suyo, sino también el de todo cuanto la rodeaba, y fue entonces cuando le pareció ver que una sombra pasaba velozmente a las espaldas de su gemela. Se dio la vuelta rápidamente, por puro instinto, pero no encontró nada, más que la melancólica calma de los artefactos y el destrozado silencio de años de memorias.

Otro trozo de historia... que conste que utilicé "Beatrice" por que me parece
un nombre muy repipi y aristocrático. Si.... esto es el resultado de mi 
aburrimiento... comentar si lo habeis leido.

25 abril 2010

Dilemmas. I hate it. (VI)

~~~
Di que estoy loca.
Di que soy idiota.
Si, dilo y acertarás, por que estaba llamando a Strify a la una de la mañana. Pero necesitaba saber para poder dormir, compréndelo!
“…” El teléfono comenzó a sonar al otro lado.
“…” Aún estaba a tiempo de colgar.
-Espero que alguien se esté muriendo, por que si no te mataré!-exclamó desde el otro lado del teléfono.
-A lo mejor…-murmuré mientras mi subconsciente me gritaba que era una idiota por llamar a esas horas.
-O-oh! Eres tú… lo siento, pensé que era Yu… uhm… q-que sucede?-tartamudeó, con voz casi inaudible.
Oh por dios! Tartamudeó! Era tan increíblemente monoso! Y yo ni siquiera podía verle la cara en ese momento…
-Eh… me preguntaba si fuiste tu quien llamó antes, esta tarde…-dije, apretando el teléfono en la mano.
-Yo… uhm… si -murmuró.
-Ah, vale, está bien. Me resultó extraño…-tenía que inventarme una excusa rápida- y a Luk no le dio buena espina, ha visto demasiadas películas de terror.
-Espera... me llamaste a la una de la mañana para preguntarme si fui yo quien te llamó esta tarde?-preguntó, y yo me sentí irremediablemente culpable.
-Yo… si. Lo siento…
-Bueno, no pasa nada. Así puedo hablar contigo!-Se echó a reír, y yo también, agradecida de que no estuviera molesto. Cómo había podido ser tan estúpida para llamarlo a esas horas?
-Vas a hacer algo mañana?-preguntó y suspiro, aliviado de decirlo por fin.
-Depende de la hora…
-Alrededor de las 6?
-Termino pronto de trabajar, así que a esa hora ya estoy libre-no pude evitar sonreír.
-Ehm…-hizo una pausa- quieres salir a cenar?
Me dejé caer encima de la cama (si, estaba en mi habitación, aun no lo dije?) y agarré un cojín entre los brazos, dispuesta a apretarlo hasta que se le saliera el relleno.
-Si, suena bien-dije, al fin, y el suspiró otra vez.
-Muy bien!-rió-Podrías venir a mi apartamento a las 6?
-Sí, si se donde está-esta vez reí yo, pero en realidad eran los nervios mal contenidos.
-Oh si!-dijo, y me dio la dirección, que intenté memorizar.
-Te veré mañana-dije, y esperé a que él se despidiera para colgar.
Arrojé el teléfono encima de la cama, a mi lado, y apreté el cojín aún más, para liberarlo después con un suspiro. Me quedé mirando al vacío hasta que recordé que no tenía mucha memoria, así que lo mejor seria que me apuntara la dirección. Con la cabeza que tengo, seguro que la hubiera retenido como mucho cinco minutos.
Cuando arranqué el papel en el que había escrito la dirección el bloc de notas, la leí como siete veces. Después me apreté el papel contra el pecho y me dejé caer hacia atrás. Un movimiento muy peliculero, pero en ese momento me sentía como la protagonista de un romance perfecto.
La segunda cita llegó en menos de dos días después de la primera! Y esta vez era una cena… Una cena con Jack Strify… Dios, era perfecto! Pero ahora aún tenía que esperar hasta el día siguiente… hasta las 6… sería capaz sin que me diera un ataque de nervios o algo así? Bueno, lo intentaría.
Antes de dormirme, una palabra cruzó fugazmente mi cabeza… Strify, siempre él.


Hoy muy corto, pero es que si no, 
pues se hace pesado, y me llamais 
cansina. (No lo haceis por que sois 
buenas personas, pero podriais)

Wonderful dreams.

El ventanal estaba abierto, y una brisa de memorias dolorosas se colaba por él. Fuera, el frío ahondaba en el jardín, mientras la Luna pintaba la fuente y las flores de un plata entristecido, y la oscuridad jugaba con los sueños de los durmientes, transformándolos en pesadillas si le venia en gana.
Pero había alguien que aún no se dejaba vencer por el sueño, una joven que tenía miedo de cerrar los ojos. Su cabello liso caía por su espalda, mientras unos mechones oscuros se dejaban llevar por el viento, y bailaban con elegancia delante de su rostro. Sus pestañas se agitaron, luchando contra el hechizo del mundo imaginario. Sus mejillas tersas estaban húmedas, y en su boca roja asomaba una mueca de dolor.
Porque, mientras ella asomaba su cara por la ventana e intentaba, en vano, buscar las estrellas –ahora cubiertas por la espesura de unas nubes intrusas-, recordaba un suceso trágico. Tres años de un corazón vacío, un aniversario que no celebraba, pero que tampoco podía enterrar a puertas cerradas en los confines de los recuerdos.
Extrañaba tanto a su padre… su sonrisa cada mañana, escucharlo murmurar cinco imposibilidades antes del desayuno y, sobretodo, sentir sus brazos alrededor de ella, mientras susurraba su nombre con cariño.
No quería dormir, porque si lo hacía, soñaría con él, y al despertar, su imagen se desintegraría con los rayos del sol matutino y, como siempre, ella quedaría tan vacía y que se ahogaría en un llanto que la quemaría lentamente, y sabía que no podría soportarlo otra vez.
Hacía tantos meses que no había vuelto a sonreír… la diversión que había Inglaterra se había ido, siguiendo los pasos de su padre. Ahora, la sociedad no era más que un grupo de personas que seguían unas reglas y hacían lo mismo, una y otra vez.
Los cambios eran rechazados y las innovaciones repudiadas, nadie intentaba hacer algo diferente, ni se esforzaba por alcanzar límites hasta entonces desconocidos.
La habitación de la joven estaba cubierta de penumbras. Sólo algunos tímidos rayos lunares servían de iluminación en el negro que se comía las paredes y que escondía los detallados adornos. Debía ser tarde ya, porque sus fuerzas la traicionaban, y sus párpados parecían enormemente pesados. Su mente obligó a sus pies a llegar hasta el lecho, donde se dejó caer. La joven se dejó vencer por el cansancio y, abrazando la almohada con fuerza, se dejó arrastrar por el ladrón de realidad.
Unas lágrimas más adornaron sus ojos, que cerró con firmeza, rogando a su mente que le trajera un sueño en el que, por primera vez, pudiera escapar de la monótona y triste realidad, y poder sentirse feliz, aunque todo fuera una simple falsedad.

Un vestido rojo oscuro cubrió a la joven que, de pronto, se vio rodeada de una oscuridad total, sin luces plateadas ni sonidos nocturnos. Se asustó, pues no sabía que había bajo sus pies, o si se encontraría con algo más adelante. Al final, arriesgándose a encontrar lo que fuera que esperaba en la oscuridad, Alicia comenzó a mover sus pies, arrastrándose lentamente hacia la nada. Pronto, sus miedos fueron justificados. Dejó de sentir el suelo y se vio irremediablemente arrastrada hacia abajo, a las profundas tinieblas. Sus gritos formaron ecos, que sólo lograban ahondar más su temor. El cabello azabache que antes caía sobre sus hombros, ahora se veía agitados en todas direcciones, junto con la falda de su vestido, ya que eran fácilmente manejados por la precipitación de su caída.
De pronto, se detuvo precipitadamente, quedando suspendida en la infinidad del aire. Y, justo cuando se decidía a moverse, sintió cómo caía de nuevo, contra algo duro. Por fin había llegado a una superficie. No estaba segura de ponerse en pié, así que acarició aquel suelo con los dedos, para asegurarse de que era real. Parecía tierra, y estaba cubierta de hojas, supuso, ya que no podía ver nada, perdida como se encontraba en aquella tupida oscuridad.
No muy lejos, una luz con bordes azules se encendió y, a pesar que desconocía todo cuando la rodeaba, decidió que ir hacia allá era su mejor opción. Se puso en pie, y se dirigió a aquella muda invitación de luz. Un aire helado la rodeó cuando la luz se hizo más grande. El fulgor brillante se volvió hacia ella con más intensidad, rodeándola y cegándola por unos instantes. Sus ojos, lastimados por el resplandor, se vieron forzados a cerrarse.
Alicia, con la vista cegada, pudo percibir un cambio en el ambiente. Lentamente, fue despegando los párpados. Un hermoso panorama nocturno se trazó suavemente ante su mirada; los árboles permanecían inclinados con gracia, cómo si tiempo atrás hubieran hecho una reverencia a algún soberano. Tanto sus hojas, como la maleza húmeda que componían el paisaje, eran de un color verde oscuro que destellaba de azul, bañados como estaban por la luz de la luna, que brillaba en el cielo, mucho más grande de lo habitual. Sin embargo, a pesar de lo mucho que disfrutaba del colorido y armonía de aquel novedoso paisaje, tenía que salir de allí.
-Pareces necesitar ayuda.
La joven se sobresaltó, y giró en todas direcciones buscando de dónde podía proceder aquella voz, pero la única señal de vida que sus ojos presenciaron fue un gato, que se encontraba descansando sobre una rama de árbol. El felino era grande, más de lo que estaba acostumbrada a ver, pero lo más extraño era su pelaje, espeso y rayado, que lucía de manera espectacular en colores gris y azul. Al fijarse un poco más pudo ver que sus pupilas eran apenas una rendijas, delgadas y negras, y que miraban fijamente hacia ella. Sacudió la cabeza y continuó buscando al que había pronunciado aquellas palabras, ya que todo el mundo sabe que un gato no puede hablar.
Estaba a muy poco de darle la espalda al animal cuando éste esbozó una amplia y tenebrosa sonrisa, mostrando una ristra de dientes blancos y brillantes.


Con esa firme idea en la cabeza se sintió más relajada, en cualquier momento volvería a estar en su habitación. Se alegró, también, de que a sus veinte años aún pudiera crear algo tan ilógico como aquello. Aún no se había vuelto igual de aburrida que las personas que le rodeaban, aún conservaba una imaginación tan grande cómo la de su padre.
El felino desapareció, y se volvió visible a unos centímetros del rostro de Alicia, que dio un respingo. Sonriendo, el felino comenzó a flotar a su alrededor.
-¿No me dirás tu nombre? ¿O es que acaso careces de uno?
-Me llamo Alicia -respondió ella, sonriendo-¿Y tú?
-Mucha gente me conoce como Chesire...pero sin embargo, te permito que me llames Ches-hizo una pausa larga mientras flotaba lentamente en el aire-Y dime, Alicia. ¿De dónde vienes? ¿Dé muy lejos, de muy cerca o de en medio?
-De ninguno, vengo de arriba-respondió confundida.
Ches giró sobre sí perezosamente, sin apartar la mirada de la joven.
-¿De arriba, eh? ¿Una larga caída?
-Algo así…
El felino sonrió de nuevo, cómo si una idea hubiese surgido en su mente.
-Entonces debes estar cansada y sedienta. Te llevaré a la fiesta de té.
-¿Fiesta de té?
-Sí. El sombrerero va estar muy contento de tener una invitada más.
Todo sonaba cada vez más confuso, pero Alicia siguió a Ches sin rechistar cuando este comenzó a flotar entre los árboles. No estaba muy segura de querer seguir al gato, pero la curiosidad hizo su aparición, y venció a la desconfianza. Quería ver con que nuevas criaturas elaboradas por su mente se encontraban en su camino.
Después de unos minutos, el ramaje les abrió paso, dando lugar a un paraje muy distinto. En una explanada, descansaba una larga mesa, repleta de pastelillos, tazas y vasijas, y teteras, que humeaban, seguramente llegas de exquisito té caliente, ya que en el aire que se respiraba allí flotaba un olor dulzón y suave, muy agradable.
Un poco más al fondo, en la explanada,  se encontraba lo que parecía una vieja casa de madera, cuyo techo estaba recubierto de paja y, más arriba, en la punta del techo, lucían unas destruidas hélices de molino.
Cuando terminó de mirar a su alrededor, Alicia se fijó en una liebre, vestida de traje azul oscuro que se veía bastante inquieta, ya que temblaba bruscamente sentada frente a la mesa, mientras un tic se repetía una y otra vez en su ojo izquierdo. Frente a la liebre, había un ratón blanco, o una ratona, mejor dicho, ya que llevaba un diminuto vestido azul. El roedor estaba sobre la mesa, junto a una taza que le llegaba casi hasta la cabeza, puesto que estaba sobre las dos patas traseras.
-Te he traído un regalo, Tarrant. –dijo el gato, aún junto a ella.
Al principio Alicia no supo a quién se dirigía, hasta que distinguió en uno de los extremos de la mesa, a un tercer personaje, portador de un llamativo sombrero. La joven no pudo evitar fijarse en aquel inusual objeto. Era oscuro, adornado con un listón de color claro en la parte inferior de su circunferencia, de la que surgían algunos alfileres y plumas.  Debajo del sombrero se esparcía una cabellera rojiza y despeinada. Más abajo unas cejas del mismo color que la melena enmarcaban unos ojos que se elevaron hasta encontrarse con los de la joven. Alicia se sintió atrapada por el color que brillaba en aquellos ojos, de un tono verdoso que ella jamás había visto. Poniendo mayor atención, pudo distinguir también un cálido destello de color oro alrededor de la pupila izquierda, y un tono anaranjado rodeando la pupila derecha. Él extraño sujeto le regaló una resplandeciente sonrisa, a la que ella, sin saber por que, correspondió.
El sombrerero se puso de pie y se dirigió hacia ella, sorprendiéndola, ya que eligió cruzar por encima de la mesa a rodearla. Avanzaba agitando los brazos a los lados, para mantener el equilibrio, pues la mesa no era muy estable, y se balanceaba de un lado al otro. Sin embargo, parecía saber exactamente dónde estaba colocada cada cosa, puesto que las esquivaba con gran habilidad sin mirarlas. Alicia escuchó a la ratona protestar enfadada, ya que con los temblores de la mesa estuvo a punto de caer al suelo. Pero Tarrant no escuchó, ni la miró si quiera.
Por fin el sombrerero estuvo frente a ella y pudo observarlo mejor. Llevaba un listón colorido al cuello, que formaba una graciosa pajarita. Como vestimenta, una chaqueta del color de la tierra y un pantalón a juego, un poco corto, pues dejaban ver perfectamente los calcetines a rayas, que le arrancaron otra sonrisa a Alicia, así como los guantes que dejaban al descubierto unos blanquecinos dedos.
Podría haber estado descubriendo detalles de aquel personaje durante horas pero, sin embargo, se sintió fuertemente atraída de nuevo por aquellos extraños ojos, que la observaban sin parpadear. 
-Me llamo Alicia –mustió ella, dando el primer paso.
-Alicia –repitió le quitándose el sombrero y haciendo una pequeña inclinación- Mi pequeña dama. ¿Me harías el honor de acompañarme a tomar el té?
-Creo que nos has omitido a los demás, Tarrant –le dijo el gato, flotando a su alrededor.
-Lo siento –se disculpó el sombrerero, dirigiendo su divertida mirada a Ches, cómo si acabara de notar su presencia. -¿Nos acompañarías a tomar el té?
El gato asintió con una de sus amplias sonrisas, y de nuevo el sombrerero dirigió la mirada a la joven, esperando una respuesta.
-Por supuesto –exclamó Alicia.
El sombrerero se dirigió a su asiento –que era el más alto de todos-, subiendo de nuevo por la mesa, provocando otro alboroto. Cuando se sentó, sus ojos buscaron los de Alicia, que aún estaba en la otra punta, sin saber muy bien cual de los numerosos asientos tomar.
-¡Ven! –dijo, señalando una silla cercana a la de él-. Siéntate junto a mí.
La joven sonrió y se aproximó a Tarrant, rodeando la mesa.
-¿Y de dónde vienes, niña? –preguntó la ratona, observándola con fijeza.
-Ella me dijo que cayó de arriba, Mallymkun –contestó Sonriente por ella.
-Viaje cansando, pues…–opinó la ratona. -¿Entonces de dónde vienes se llama así? ¿Arriba?
-No –contestó Alicia, sentándose. –Se llama Inglaterra.
-Inglaterra, Inglaterra –repitió la liebre, cogiéndose sus propias orejas y retorciéndoselas hacia abajo-. No había escuchado de ese lugar… No, no había escuchado.
-¿Y cómo se llama… este lugar? –cuestionó Alicia.
-Estás en el mejor lugar que puede existir –respondió el sombrerero, inclinándose hacia ella-, el Submundo.
-¿Una taza, una taza? –ofreció la intranquila liebre.
-Sí, por favor –respondió Alicia, quien se moría por probar un poco de té.
La liebre tomó una taza y la arrojó hacia el rostro de la joven, quien recibió el gesto con algo de sorpresa. El objeto de porcelana giraba hacia ella. Pensando en que sólo se trataba de un sueño y que realmente no le haría daño, no se asustó, pero cuando lo vio a sólo unos centímetros de ella no pudo evitar sentir un poco de miedo y se echó hacia atrás, cerrando los ojos.
Cuando pensaba que el objeto colisionaría contra su cara, una mano rápida atrapó la taza en el aire. Al abrir los ojos, vio al sombrerero colocando la taza que había capturado encima de un plato, y la puso frente a Alicia.
-Más cuidado la próxima vez –le advirtió Tarrant a la liebre, en un tono más serio.
La liebre asintió vigorosamente, un tanto intimidada.
-Tranquilo, Tarrant –dijo ,Ches apareciendo en el otro extremo de la mesa. –Te aseguro que ninguno de nosotros pretende hacerle daño a Alicia.
El sombrerero le ignoró, y cómo si no hubiera existido ningún signo de molestia o enfado en su rostro, se dirigió a la joven con una amplia sonrisa y le sirvió un poco de té. Entonces ella pudo ver que entre las palas tenía un hueco que le otorgaban una expresión tierna y inusual.
-¿Cuántos de azúcar, niña? –cuestionó Mallymkun, de pie, junto a una plateada cuchara.
-Uno, por favor –respondió Alicia.
Mallymkun saltó sobre el mango de la cuchara y ésta se levantó, arrojando el cubo blanco por los aires. Para sorpresa de la joven, cayó perfectamente al centro de su taza.
-Gracias –dijo, riendo.
La liebre se servía té en una taza rota, pero no se dio cuenta de lo que hacía hasta que terminó de servir y quiso beber de ella. Alicia tuvo que cubrirse la boca para retener la risa.
-¿Cómo es Inglaterra? –cuestionó el sombrerero.
-Pues… es… muy aburrida.
-¿Nadie, nadie está loco? –cuestionó la liebre, prácticamente gritando.
-No, nadie. Todas las personas están cuerdas, y son iguales. –Alicia reprimió una sonrisa.
-¿Cómo puedes vivir en un lugar así? –exclamó Mallymkun, horrorizada.
Alicia se encogió de hombros, como respuesta.
-Pues aquí no encontraras a una sola persona cuerda–dijo el sombrerero, levantando la mirada hacia todos los presentes-todos estamos locos.
-¡Chalados!-gritó la liebre.
-Dementes…-añadió Ches.
-Como una cabra-finalizó el sombrerero, con una aguda sonrisa.
-Beberé en nombre de la locura.
Sonriente levantó su taza y tomó su contenido de un solo sorbo, pero los ojos de Alicia  se dirigieron al cabello despeinado del sombrerero. Todo ese tiempo, estando sentada junto a él, se había preguntado que se sentiría tocar su extraña melena. No se había atrevido a estirar la mano y pasar los dedos entre los rojos mechones, pero, recordando que seguramente despertaría pronto, y viendo que él estaba distraído observando al gato, decidió no quedarse con las ganas. Estiró el brazo, pero cuando estuvo a punto de rozarle, él se giró de golpe.
-No puedes hacer eso.
Retiró la mano como si se hubiese quemado, y su rostro formó una clara mueca de tristeza al sentirse rechazada. Se había precipitado al intentar algo así, quizás él no la quería tan cerca, o quizás no confiaba en ella completamente, pero era un personaje creado en su mente, jamás se hubiese imaginado que...
El sombrerero se dio cuenta de la expresión de Alicia y se arrepintió de haber dicho aquello tan de repente. Se inclinó sobre la mesa, para acercarse más a ella.
-No, Alicia, has entendido mal –exclamó, desesperado por borrar la expresión desolada de la joven. –Lo que quería decir es que literalmente no puedes hacerlo, no que no quisiera que lo hicieras. Vamos, inténtalo, compruébalo por ti misma.
Alicia, motivada por la mirada verde del sombrerero, estiró nuevamente el brazo, que inclinaba la cabeza hacia ella,  y cuando sus dedos se acercaron lo suficiente a su cabello como para tocarlo… no sintió tacto alguno, si no que su mano le atravesó cómo si de un fantasma se tratase. Volvió a alejar la mano y se la observó de cerca. Torció los labios, parecía perfectamente normal.
-No te asustes, es sólo porque estás aquí sólo en sueños –explicó Tarrant, sonriendo.
-Así es, sólo una parte de ti está en el Submundo, lo suficiente cómo para que puedas sostener los objetos y sentir el clima que aquí se genera, pero no lo bastante cómo para poder tocar a los seres vivientes –completó Ches.
-Pero cuando vengas aquí por ti misma, todo será distinto –dijo el sombrero, esbozando una nueva sonrisa que se desvaneció al ver la cara de duda de Alicia-¿Por qué vendrás, verdad?
-No puedo –contestó ella, bajando la vista- porque nada de esto existe, nada es real.
Una expresión de desolada tristeza ensombreció los ojos del sombrero, que se echó hacia atrás en la silla.
-Qué estés soñando no significa que nada de esto ocurra –dijo- no significa que yo no sea real. Porque lo soy, Alicia, yo soy real.
Sonriente carraspeó.
-Todos. Todos somos reales –se corrigió Tarrant, sin apartar la vista de Alicia.
-Lo siento, pero yo no lo creo así –le costaba mucho trabajo decirlo, mientras los ojos de el sombrerero la observaban. Sobre todo, porque una parte de ella quería pensar que todo aquello era real.
De pronto, se sintió mareada. En un parpadeo, se encontró rodeada de una nada completamente oscura. Se asustó, y quiso desesperadamente regresar a la fiesta de té. Otro parpadeo y Tarrant estaba a su lado otra vez.
-¿Qué pasa?-preguntó a nadie en concreto.
El sombrerero se levantó y se agachó junto a ella, observándola con tristeza.
-Estás a muy poco de despertar –sonó cómo si fuera una condena de muerte.
-Cuando vuelva a dormir, regresaré –prometió Alicia, rogando poder volver otra noche.
Una débil sonrisa se formó en los labios de Tarrant.
-Te convenceré de que soy real –prometió él también.
Entonces, con la última imagen del sombrerero en su mente, Alicia reapareció en el lugar oscuro, la absoluta nada, y se sintió tremendamente sola. Después… abrió los ojos.

El sol le decía buenos días lanzando una brillante luz por su ventanal. Alicia se deshizo de las sábanas rápidamente y salió de la cama de un salto.  Sonrió, por primera vez en mucho tiempo, sintiéndose contenta. Por extraño que le pareciera, no podía esperar para dormirse otra vez.

Ganas de escribir por la mañana...