24 mayo 2010

Roues

Una moto cruzaba velozmente los estrechos barrios de la ciudad, dispuesta a llegar a las afueras, donde el almacén abandonado que servía de escondite esperaba, cubierto por la silenciosa oscuridad nocturna.
El conductor mantenía perfectamente el equilibrio, incluso cuando las curvas eran tan cerradas que prácticamente podía tocar el duro asfalto. El casco rojizo brillaba bajo la luz de las farolas, que iluminaban su veloz figura en intervalos exactos. Parecía disfrutar con la velocidad, que hacía que las puntas de cabello anaranjado que asomaban por debajo del casco se agitaran en el aire, al igual que la cadena que llevaba al cuello.
Nada le frenaría hasta que llegara a su destino, o eso parecía.
De momento, un destello gris apareció a su lado. El motorista aceleró, dispuesto a dejar a atrás a aquél que había osado intentar igualarse a él, pero no consiguió dejarlo atrás. Ambas motos comenzaron una carrera en la que ninguno de los dos llevaba ventaja. Y entonces el primer motorista se dio cuenta de por qué. Aquello no era un reto, ni nada parecido. El motorista gris iba a por él, no pretendía adelantarle en ningún momento. Le observó durante unos segundos y se vio reflejado en la superficie brillante de su casco plateado. Sintiéndose observado, le devolvió la mirada. Entonces se llevó los dedos índice y corazón a la parte superior del casco, como si estuviera saludándole.
Enrabiado por aquella situación, el motorista rojo apretó los dientes y miró al frente.
“¿Como narices se atreve este a vacilarme así?… ¿Que se ha creído?”
Una sonrisa malévola se dibujó en su rostro cuando localizó un  estrecho callejón. Por allí no cabrían los dos, así que con un poco de suerte el conseguiría llegar antes, y el otro motorista se la pegaría contra el muro de ladrillos rojizos. Su sonrisa se amplió  antes de girar la muñeca velozmente, para darle más potencia a la máquina, a la vez que sus ojos azules destellaban malévolamente. Se agachó hasta que su pecho tocó el metal, disfrutando del momento, sintiendo como la adrenalina se liberaba en su sangre. Ni siquiera se planteó que pasaba si el segundo motorista conseguía alcanzarle otra vez y llegar antes al callejón. Era imposible, sencillamente absurdo pensar que pudiera hacer eso. Nadie conducía como él, y mucho menos salía como si nada después de retarlo de aquellas maneras.
Al principio el motorista gris no redujo la velocidad, incluso pareció acelerar, pero cuando pareció darse cuenta de las intenciones del conductor de la moto roja, puso de lado la moto rápidamente.
El sonido de la goma rozando el asfalto al derrapar emitió un sonido chirriante que abrió una grieta en el sólido silencio de la noche, a la vez que un insoportable olor a goma quemada inundaba el ambiente. Pero el motorista rojo no lo notó, simplemente sonrió triunfalmente cuando la total oscuridad del estrecho callejón le rodeó, domada únicamente por los potentes focos de su vehículo, que continuaba desplazándose a la velocidad de un rayo, como un destello rojo sangre.
Puso la moto sobre la rueda trasera, desafiando el peligro que suponía hacer eso cuando las paredes estaban a tan solo medio metro por cada lado. Si el volante se desplazaba tan solo medio milímetro, a aquella velocidad, la moto se estrellaría, y rebotaría en las dos duras paredes de hormigón hasta que no quedara nada de él ni de su potente vehículo rojizo. Pero claro, eso a él no le importaba. Ahora, lo único importante era que había ganado. Claro que, no lo había dudado ni un solo momento. Había estado convencido desde un primer momento de que seria él el que llegara al callejón antes. Claro que si era verdad que le sorprendió que el motorista azul no se la hubiese pegado contra el muro, y que hubiese derrapado de tal forma a aquella velocidad, sin perder el equilibrio. Seguramente, tendría bastante práctica, y un manejo de la moto impecable. Una conducción como aquella necesitaba años de práctica. Claro que… ni siquiera eso le había servido para vencerle. Nadie podría detenerle jamás.
Como intentando inútilmente poner en dudas sus palabras, una pequeña verja metálica asomó al fondo del callejón. Una gruesa cadena la mantenía cerrada.
Su sangre recibió gustosamente más adrenalina cuando sacó la pistola plateada que llevaba en el cinturón. No necesitó apuntar, de todos modos, a aquella velocidad seria bastante difícil, y no pensaba reducirla bajo ninguna circunstancia.
Así pues, disparó dos veces. Las balas sisearon en la oscuridad durante unos instantes antes de impactar después de una salida silenciosa. Le encantaba aquella arma por que prácticamente era inaudible, y él no soportaba el ruido. Ni siquiera la moto emitía más sonido del que era necesario.
La primera bala atravesó la malla metálica de la verja abriendo un agujero de considerable tamaño, y la segunda dio de pleno en uno de los eslabones de metal, partiéndolo en dos. Una vez eliminada la cadena, lo único que necesitaba la verja para caer al suelo era el impacto de la rueda delantera, y el peso de la máquina de metal. Por segunda vez pegó el pecho a la moto antes de coger impulso y ponerla sobre la rueda trasera, con tanta facilidad que cualquiera que lo hubiese visto podría haber pensado que la moto no pesaba más que una pluma.
La verja crujió cuando recibió el veloz impacto, y no resistió la embestida. La pesada moto pasó sobre ella, deformándola.
Cuando por fin alcanzó el final del estrecho y oscuro callejón, el motorista del casco rojo entrecerró los ojos ligeramente cuando la luz de las farolas que cayó sobre él, tendiéndole una emboscada. Pero por supuesto, el cristal tintado del casco evitó que se deslumbrara, y continuó su camino sin perder velocidad, mientras el destello rojo sangre le seguía fielmente.

Estaba acercándose a las afueras, era obvio. Allí casi no habían viviendas, todo eran pequeños almacenes o tiendas antiguas. En pocos minutos estaría ya en el enorme almacén que tiempo atrás había servido para guardar algún tipo de mercancías. Pero cuando lo abandonaron, él se hizo con  aquél lugar, y lo convirtió en la base de sus operaciones.
Por fuera, un endeble almacén oxidado ya por el paso de los años.
Por dentro, un complejo edificio totalmente reformado, provisto de un complejo sistema de seguridad, las tecnologías más innovadoras y las comodidades dignas de… de él mismo.
La tapadera perfecta.

En fin... no tenia que subirlo, pero 
como me aburría bastante... aquí esta... que 
conste que no se mucho sobre motos... 
es de una pequeña historia que inicié ayer.
...comentarios?·3·

3 comentarios:

  1. No coment. Parace ser una historia prometedora. Así que si decides subirla, ya sabes que aquí tienes cuatro lectoras que lo leeran con gusto.

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  2. De momento solo estas tu *frustración*

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  3. mentira, ya la leí pero sq me llamaban para cenar y no comenté y luego no me acordé...sorry.
    El caso es que si hay motos de por medio es obvio que me va a gustar ademas cuando estas a gran velocidad si que te da el "subidón2 de adrenalina y te pasa como ese.
    La moto me encanta y aun más la de la persona misteriosa que ya quiero saber quien es...weno moza, ya sabes que esta la leeré con muchísimo interes.
    *a ver si me pasas algo de lo mio pleasee*
    b7s ^^

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