23 marzo 2010

Necrania II.

Ella levantó la vista, mientras su mano volaba rápidamente a la parte baja del mostrador, donde aguardaba una daga de filo mortal.
-He dicho-repitió en tono más serio, contornando los ojos-que está cerrado.
El otro se detuvo, como pensándoselo, pero volvió a avanzar, con una sonrisa socarrona en los labios.
Ella le analizó con la mirada rápidamente, sin que se le escapara ni un solo detalle. Y no era exagerar. Había nacido con un don muy extraño, y sus pupilas se podían dilatar y disminuir de tamaño a su antojo, teniendo así la posibilidad de ver entre las sombras, y con un zoom diez veces mayor del normal en cualquier otro que fuera como ella. Por ello, si bien no pudo verle la cara por que la llevaba tapada con una capucha, localizó con facilidad la daga que colgaba del cinturón del desconocido, aunque estuviera cubierta por aquella larga chaqueta. En cuestión de segundos, con un rápido movimiento fuera del alcance de cualquier ser humano, lanzó su propia daga hacia el extraño.
El filo de acero cortó el aire, provocando un siseo. Sin embargo se detuvo cuando aquella extraña figura lo atrapó en el aire, justo antes de que le atravesara el corazón.
Él frunció el ceño, pero sonrió.
-Hmm… podrías haberme echo daño, Weise.
Aquella voz la golpeó como un mazo, sacando a la luz cientos de recuerdos que habían quedado enterrados en su subconsciente, pero lo que más le sorprendió fue volver a escuchar su autentico nombre, perfectamente entonado en el idioma que le correspondía.
-Tier?-el nombre acudió a sus labios como un acto-reflejo, sin terminar de creerlo.
-Claro que si! Acaso no me reconoces? Vamos! Tampoco he cambiado tanto! -Rió- acaso has perdido cualidades visuales?
Ella frunció el ceño con el chiste malo. Se llevó las manos a las caderas. Tenía tantas preguntas… Llevaba más de setenta años sin ver a uno de los Tien.
-Que narices haces aquí?
-Yo también me alegro de verte… -se acercó a un libro y lo examinó, con cara de aburrimiento.
-Tier… no puedes estar aquí-se llevó la mano a la piedra anaranjada, preguntándose por que demonios no se estaba retorciendo de dolor en el suelo-las piedras…
-No-negó con la cabeza seriamente mientras sacaba de debajo de su camiseta una cadena, con una piedra azul en el extremo- las piedras ya no funcionan.
-Co-como que no…?
El miedo se apoderó de ella. Si las piedras habían dejado de funcionar… solo había una posibilidad. Y era tan increíblemente dolorosa que se le hacia imposible el simple echo de contemplarla. Sin embargo, Tier la miraba ahora seriamente, con un brillo de tristeza en los ojos castaños, y ella percibió que el mensaje de la muerte también estaba en ellos.
-No puede ser…-dejó caer los brazos y miró a Tier- quien?
-Conor-se mordió el labio inferior, mientras bajaba la vista.
Aquel nombre sonó tan cortante como el filo de un cuchillo, y dolió más que si se lo hubiesen clavado en el pecho. Abrió la boca para decir algo, pero no pudo. Apretó los puños, sintiendo que las piernas le flaqueaban y que las lágrimas acudían a sus ojos, tornando su visión borrosa.
-Conor…-repitió el nombre cuando por fin pudo hablar.
Imposible. Conor no podía estar muerto. No. Ellos eran inmortales, era imposible, simplemente absurdo. Además, él era uno de los más fuertes de los Tien, uno de los más fuertes de los diez. Por no hablar que era una persona maravillosa, siempre risueño, dispuesto a animar al demás incluso en los peores momentos, capaz de asumir el dolor de los demás como si fuera propio. Maldito con el don de la empatía (que le obligaba a ponerse siempre en el lugar del otro, siéndole imposible odiar a nadie, pero si compartir el dolor con los que le rodeaban) y agradecido con la vida que le había tocado, de todos modos. Jamás se quejó.
-Maldita sea!!-Weise golpeó la mesa, astillándola.
Hacia tiempo que no liberaba su fuerza, y ahora estaba realmente furiosa. No quería aceptar que nunca más pudiera volver a ver aquellos ojos dorados. La rabia se apoderó de ella, pero respiró un par de veces para calmarse.
-Como ha sido?-preguntó.
-Conor se había retirado a un pequeño pueblo montañoso, apartado de las grandes ciudades, lejos de las aglomeraciones. Ya sabes… su don… -Weise asintió mientras cerraba los ojos con fuerza, para evitar que las lágrimas continuaran cayendo- Vivía tranquilamente y en paz, por lo que tengo entendido, desde que se retiró allí hace algo más de setenta años. Como ya sabrás, seguía investigando aquello que dejamos. Estaba prohibido pero él… Vamos! Quien diablos le iba a castigar? Qué más podían hacerle? Le daba completamente igual que estuviera prohibido.
Hizo una pausa, y Weise hubiera jurado que la voz le había temblado al hablar.
-Fue hace una semana. Alguien se presentó allí. Le atravesó el corazón con su propia espada.
Ella apretó de nuevo los puños. Sintió claramente como el odio y la impotencia se apoderaban de ella por igual.
-Quien fue el desgraciado?-dijo, como firmando una sentencia de muerte.
Tier suspiró y bajó la vista.
-No lo sé, no vi nada extraño. Ni huellas, ni marcas. No forzaron la puerta ni ninguna de las ventanas. Es como si el asesino se hubiese esfumado sin más de allá dentro-volvió a hacer una pausa- A mí me llamó un chaval. Uno de los pocos humanos que conocía a Conor. Se ve que le llevaba el periódico todas las semanas. Lo encontró muerto -miró al vacío durante unos segundos- me llamó a mi por que… Vio mi número en una agenda que Conor siempre llevaba con él. Le hice olvidar la escena del cadáver, y dejé una nota… ahora creé que Conor se ha mudado a Florencia-sonrió amargamente. Después quemé el cuerpo.
Weise asintió, asimilando aquella dolorosa información conforme le fue posible. Tier la abrazó, para intentar consolarla, y buscar a la vez consuelo a la vez.
Ella cerró los ojos y se dejó llevar por la sensación de sentir que te abraza uno de los tuyos. Hacía cien años que no podía sentirla, y entonces se dio cuenta de cómo la había echado de menos, pero era parte del castigo que tenía que cumplir, y que ahora se había desecho.
No pudo evitar pensar en Conor. Había muerto sin sentir aquello una vez más, sin sentir aprecio de aquellos que tanto le querían. Alguien como él, tan noble, amable y pacífico, con el alma más pura que se podía encontrar.
-Tenemos que encontrarlo-susurró Weise sin deshacer el abrazo-Y matarle.
~~~

2 comentarios:

  1. Matar, matar, ésa es mi Weise (xDDD).

    Esperando más :3.

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  2. *_* dios! te odio!
    como puedes escribir tan bien?
    ya sé, ya sé, aora diras: no te pases bla bla bla en verdad es una shit bla bla ...
    ¬_¬ saves que no, y te gusta que te lo digan!
    bueno, como podras ver me hize blog :) y solo para firmarte!
    ya te quejaras..

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