13 abril 2010

Dilemmas. I hate it. (I)

Todo comenzó un día bastante normal. Monótono. Aburrido.
Me preparaba para otro día de trabajo en la tienda de ropa. Si, mi mejor amiga, Elise,  tenía una tienda de ropa, y yo trabajaba allí para ganar dinero.
Lógico, por eso la gente trabaja.
Y yo necesitaba el dinero para pagar mi media parte de alquiler, mis cuentas, la comida, y por otro lado, estaba todo el dinero que ahorraba para poder ir a la universidad. Pero no me estaba yendo muy bien, sinceramente, ya que no estaba recaudando el suficiente dinero. Me costaba demasiado. A ver, podía pagar todos mis gastos, eso no era un problema,  pero no es que me sobrara demasiado para mi cuenta de ahorros, y los números de mi cartilla subían demasiado despacio.
Y realmente odiaba eso.
Pero hasta que encontrara un trabajo mejor, tenía que trabajar en la tienda de Elise. Y, en realidad, yo no quería otro trabajo, me gustaba trabajar en la tienda. Allí solo estábamos yo y mi amiga, y era agradable trabajar cara al público. Por lo menos más agradable que trabajar en una oficina cara al monitor durante todo el día.
Además, solo tenía 19 años, podía trabajar en la tienda mucho más, y si no me salía rentable al final… cambiar de empleo. No eran unos planes brillantes, pero me servían de momento para resolver algunos dilemas.
Dilemas… los odio.
Pero en fin, me estoy apartando de la historia. Iba a decir como conocí a Jack Strify. Creo que me quedé en que yo me preparaba para otro día de trabajo en la tienda de ropa.
El día no comenzó de una forma especial, ni mucho menos. Otro día sencillo en una vida sencilla.
Cuando abrimos la tienda, no entraba ni Dios. El silencio era abrumador, y solo se podía escuchar a Elise colgando una percha de vez en cuando. Pero al rato, comenzó a entrar la gente en masa. Alguna vez alguien descubrió por que todo el mundo elige ir a comprar al mismo tiempo?
Si alguien lo sabe, me encantaría que me lo explicara.
En hora y media hice más que en todo el resto de la mañana. Terminé completamente agotada, para variar. Tenía calambres de pasar perchas, y la garganta seca de tanto hablar para convencer a las marujas de turno de que la estúpida chaqueta les quedaba bien, y así poder hacer que se marcharan rápido, para poder atender a otro cliente.
Y por fin, se hizo la hora del descanso.
Mientras que me bebía el zumo sentada en un taburete enfrente de un espejo, pensé acerca de mi imagen. Llevaba el mismo peinado desde que me alcanzaba la memoria. Pero en fín, me quedaba bien el corte a lo egipcio. O eso me dijeron en una ocasión. Tal vez el problema no fuera el corte, tal vez fuera el color.
-Crees que debería teñirme el pelo?-pregunté en voz alta.
Elise acababa de terminar con uno de los últimos clientes.
 -Querida, tu pelo es negro, sería muy difícil que te lo consiguieras teñir bien. Además, tu color ideal para el pelo es ese-suspiró.
Asentí con la cabeza. Tenía razón, el pelo oscuro me convenía. Además, me quedaba bastante bien con el maquillaje que solía usar, delineador negro y algo de brillo básicamente, no me esforzaba demasiado en cuanto a maquillaje suponía.
Otra cosa eran las uñas. En ello si empleaba tiempo. Era fetichista de las uñas. Siempre perfectamente limadas, cortadas a la misma medida y pintadas sin un solo detalle. Por suerte, mi compañero de piso tenía la paciencia de ayudarme con la manicura.
Extendí las manos y me las miré. Vi que en el dedo índice de la mano izquierda se me había saltado un poco de esmalte. Levanté la vista hacia el interior de la tienda. No había nadie, tan solo una mujer mirando unas camisas, así que me daba tiempo a arreglar ese pequeño problema.
Abrí el cajón y agarré el pequeño bote de pintauñas negro. Acababa de volver a cerrarlo cuando se me escurrió entre los dedos, y cayó ruidosamente sobre el parquet.
Si, uno de mis numerosos defectos es que soy realmente patosa.
Me agaché soltando maldiciones para buscar el botecito de vidrio. No lo vi por ninguna parte, y me tocó meter el brazo bajo el mostrador. Toqué unas cuantas cosas que no eran lo que buscaba, y no fue muy agradable, pero al final lo atrapé entre los dedos.
Tendría que haber pensado que con el puño cerrado no era tan fácil sacar la mano de debajo del mostrador. Así no hubiese tardado tanto en ponerme en pié.
Cuando lo hice, miré directamente a sus ojos. Fue como si el tiempo se hubiese detenido. Si, lo sé, suena a telenovela, pero fue así. Sus ojos eran perfectos, brillantes, azules como el océano y grises como la plata a la vez. Eso era posible?
-Tenéis también ropa de hombre?-preguntó. Dios, su voz era perfecta también.
Asentí lentamente con la cabeza, no se que cara tendría en ese momento, y prefiero no saberlo.
-Muy bien, muy bien. Pensé que seria mejor preguntar antes de buscar a través de toda la tienda y descubrir que no había ropa para hombre-dijo él con una risita.
Yo me estaba derritiendo, solo pude sonreír.
-Uh… donde puedo encontrarla?-preguntó, sin dejar de reír.

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